Opinión

Libros de texto

DIECISIETE AUTONOMÍAS y dos ciudades autónomas, diecinueve sistemas educativos diferentes. Esa inaudita fragmentación educativa española es una de las indeseadas consecuencias de no considerar al sistema educativo como una cuestión de Estado. Las diferencias en materia de educación resultan en ocasiones abismales en función del territorio donde estudien los alumnos de Primaria y Secundaria en España. La existencia de este "liliputismo" ha sido refrendado de forma reciente por un estudio elaborado por los editores de libros de texto españoles.

Cada comunidad autónoma hace de su capa un sayo e impone los contenidos específicos que considera oportunos. Como consecuencia, un españolito de 12 años puede desconocer, no ya localizar, el Amazonas, sino su misma existencia. Por contra, ser portador de un vasto conocimiento de accidentes geográficos, fiestas, conmemoraciones..., de ámbito local. Las diferencias también se producen en la carga lectiva. Las divergencias llegan a ser sorprendentes. Por ejemplo, el alumnado de Primaria de Madrid tiene 400 horas más de matemáticas que sus homólogos del País Vasco. Y pueden encontrarse diferencias todavía mayores.

A todo este maremágnum deben añadirse las variables de las lenguas oficiales, cooficiales y sistemas bilingües -con publicaciones no solo en inglés, sino incluso en algunos casos en chino-. Como consecuencia, la mayoría de las asignaturas tienen en cada comunidad autónoma varios materiales disponibles, diferentes entre cada una de ellas. A modo de ejemplo, el libro de texto de Madrid no es válido en Castilla-La Mancha; y así, sucesivamente. El "idílico batiburrillo" se plasma en el número de libros de texto editados. Por extensión, también en el precio de los mismos -ya de por si injustificables-. Costo que afecta de forma fundamental a las economías domésticas. Como muestra de la situación, los responsables del gremio de editores han expuesto el caso de 4º de Primaria donde sus editoriales han publicado hasta 25 libros diferentes para Sociales, 18 para Lengua y 17 en el caso de una asignatura a priori tan aséptica como Matemáticas. Según Antonio Ávila, su director ejecutivo, "en total se han editado casi 50.000 títulos para el nuevo curso, mientras en Francia hay 2.000".

De esta irracionalidad no se libra ningún partido político. Dos delirantes casos ejemplifican a la perfección la sensatez de nuestros políticos. Cuando en 2011 gobernaba en Baleares el Partido Popular, su presidente anunció a bombo y platillo que los libros de texto atenderían a la variedad lingüística de la comunidad y se editarían en mallorquín, menorquín, ibicenco y formenterano; en este caso, a pesar de existir únicamente dos escuelas en la isla. La Andalucía gobernada por el PSOE hizo modificar a las editoriales un libro de texto de geometría respecto al contenido de otras comunidades; pues, como ejemplo gráfico, "tenían que salir los azulejos de la Alhambra". El argumento didáctico y pedagógico esgrimido fue de gran peso: "porque estamos en Andalucía".

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