Opinión

Marín, sus históricas y añoradas playas (y III)

EXPLICABA EN mi entrega anterior cómo las Corporaciones Municipales de Marín de la primera década del siglo XX mantenían su preocupación por la escapada de los veraneantes a otros lugares debido a la incompatibilidad que ofrecía el baño con el asentamiento a pie de los arenales de las fábricas de salazón, astilleros y la construcción de un dique para el puerto. Más aún, los politicos locales veían como las zonas de playa iban desapareciendo para dar paso a la "industria y al progreso" pero no querían renunciar a la presencia de las colonias de veraneantes que todos los años acudían a Marín. La alternativa más idónea sería abrirse a la entonces casi inaccesible playa de Portocelo aprobando en 1938 el proyecto de su reforma y la ampliación del acceso hasta Mogor. Un año después se ejecutan las obras con la remodelación de su entorno haciéndola más atractiva a propios y forasteros. Esta primera fase fue realizada por el contratista Antonio Dios y la cesión de terrenos por parte de las familias Cividanes y Alcántara incluída la construcción de casetas para el baño. Más adelante y ante la desaparición de la playa del Castillo, la única de las existentes que estaba siendo utilizada, aunque ya en precario, se agiliza la segunda fase de las obras que se rematan en 1941 con la ampliación del paseo y la dotación de arbolado.

Tras estas mejoras es a partir de mediados de los años cuarenta del siglo pasado cuando la playa de Portocelo comienza a popularizarse y ser signo de identidad de Marín como pueblo turistico. A ella acuden gentes de todas las partes, especialmente de Pontevedra y Orense. Así la describían los cronistas de la época: "Situada a continuación de la punta Debaixo dos Pinos la playa de Portocelo, en la que la costa se ensancha con luminosidad deslumbrante, es lugar apropiado para llenar los pulmones de la frescura del puro aire marino. Su arena blanca y fina se extiende en forma de arco circundada por frondosos cañaverales. Dotada de una fuente con tres poderosos tornos que manan dia y noche agua pura y cristalina...". Y con ella, la nueva etapa de las playas de Marín daba comienzo. De la cercanía de aquellos desaparecidos y coquetos arenales comprendidos entre Punta Pesqueira y Cantodarea se pasaba a las entonces más alejadas calas de Portocelo y Mogor. Años después con la apertura del vial de playas el flujo de bañistas alcanzaría la de Aguete. Playas que hoy, junto con las de Loira, O Santo, A Coviña y Lapamán gozan de gran fama turistica por sus extraordinarias condiciones, a algunas de las cuales les es otorgado, año tras año, el distintivo de bandera azul. Son playas, no olvidemos, a las que dieron paso aquellas históricas de Fornalla, Castillo, Mouta, Tombo y Cantodarea elegidas para su verano en Galicia por relevantes personalidades, como recogen en sus noticias los periódicos de la época.

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