Opinión

Marín, sus históricas y añoradas playas (I)

UNO DE los recursos turísticos más importantes, por no decir el principal, que tiene Marín son sus playas -Portocelo, Mogor, Enamorados, Aguete, Loira, Ribeira, O Santo, Coviña y Lapamán- todas ellas de extraordinarias características, unas más que otras, en cuanto a arena, agua, accesos, etc. aunque a diferencia de la mayoría de los pueblos costeros, éstas se encuentran fuera del entorno urbano lo cual no deja de ser un handicap a la hora de retener el turismo dentro de la villa.

La historia de Marín también se recoge en la existencia de antiguos arenales, como es obvio, por ser un pueblo nacido al pie de mar al que está ligado de por vida. Hasta finales del siglo XIX, la costa de lo que fue señorío abacial de Osera, estaba formada por un gran arenal media luna que se extendía por toda una fachada desde el monte Pesqueira (cerca de la desembocadura del Lameira) a Cantodarea. Dentro de este extenso y largo espacio costero existían claramente diferenciadas varias zonas para el baño a las que se les dio el nombre de: Fornalla, O Castillo, Mouta, Tombo y Cantodarea. Eran unos espacios disputados por numerosas personas que acudía a la villa marinenses para disfrutar del baño veraniego entremezclándose "con los galeones y las lanchas de los pescadores que allí varaban para su reparación", según nos recuerda el historiador marinense Manuel Cendán.

A finales del siglo XIX, inicio del XX, eran innumerables los veraneantes que acudían a Marín no solo para disfrutar de sus coquetas playas, sino además de aquel pueblo encantador de pescadores que los acogía con cariño año tras año y verano a verano. Los ecos de sociedad de los periódicos de entonces se abrían con titulares dedicados a los bañistas que acudían a Marín, como lo hacía el Diario de Pontevedra en su edición de mayo de 1885: "La colonia veraniega sigue creciendo en el inmediato Puerto de Marín..."

Pero volvamos a aquellas históricas playas. La del Castillo era una de las más frecuentadas y renombradas. A ella se accedía polo camiño do baño -hoy calle do Baño- y estaba dividida en dos partes: una, o carreiro dos homes, y la otra, o carreiro das mulleres. La razón estaba bien clara. Separación de sexos por exigencias de la sociedad. Las crónicas del marinense Gonzalo Santiago en el Diario de Pontevedra describía o carreiro dos homes como una diminuta playa para uso de varones abierta entre acantilados de difícil acceso... Mientras que la playa o carreiro das mulleres era un arenal con más rocas que arena en la que existía una piedra llamada Gamela con propiedades taumatúrgicas (facultad de realizar milagros). En ese entorno se había levantado una casa para torreros que nunca llegó a ocuparse convertida después en un Centro Oceanográfico cuyo funcionamiento se frustró a consecuencia de la guerra civil. En próxima entrega traeré el por qué de la desaparición de estas playas.

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