Opinión

De por vida

LOS MECANISMOS de la justicia en este caso son absolutamente insuficientes. No hay posible reparación ante un hecho tan monstruoso como el protagonizado por David Oubel, el pasado 31 de Julio de 2015, cuando decidía acabar con la vida de sus dos hijas, de 9 y 4 años de edad. Para ello, recurrió a las drogas y a una sierra radial que como muy bien se apuntó en el juicio 'es incompatible con la vida'. Indiscutible evidencia.

Y, ahora, llega el previsible arrepentimiento. El pronunciamiento de una frase manufacturada, vacía de contenido y, lo más escalofriante, huérfana de sentimientos. Durante la vista oral, celebrada en la Audiencia de Pontevedra, el único acusado testificó con un discurso aprendido; de esos que se ensayan en las muchas horas muertas de celda. Perfeccionando a base de modular el tono de cada palabra de noche y de día. Mirando al techo o al exterior a través de los barrotes.

De nuevo, por unos días, se ha convertido en el actor principal de una infame pantomima. De una escenificación no apta para casi nadie, a excepción de él mismo. Con una pose calculada para tratar de buscar una mínima compresión a su supuesta 'situación límite' que le empujó cerrar definitivamente la puerta de la vida de dos inocentes niñas para siempre. De quienes confiaban en que su padre repelería cualquier amenaza con todas las energías disponibles. Lo que nunca podrían imaginar es que el verdadero peligro estaba dentro casa. En la habitación de al lado. Que aquel que las esperaba a la puerta del colegio o las llevaba al cumpleaños de una amiga encarnaba un personaje despreciable y sin escrúpulos. Que lo premeditó todo. De principio a fin. Con la frialdad de un asesino que ejecuta en nombre de la venganza. Sediento por destruir a una madre quien, en el pasado, había sido pareja.

Ahora, el jurado deberá dirimir si o no. Tendrá que poner el papel en blanco sobre el negro y decidir: si el acusado es o no condenado a una prisión permanente revisable. Es decir que, en el futuro y pasados unos años, alguien tendrá la obligación retomar el caso para analizar si un verdugo puede o no salir a la calle. Si la reinserción es o no una medida recomendable para un caso tan cruel como este. Si hay espacio para regresar a la sociedad o, por el contrario, la cárcel sigue siendo el hogar perfecto para quien dice 'arrepentirse' desde la seguridad de que no lo está.

No obstante, el daño ya producido ha sido irreversible, irrecuperable, de por vida. Y por lo tanto, parece más que justo que el pago y la condena también sea para toda la vida.

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