Opinión

Coptos

HACE POCO más de dos años, en concreto el 27 de febrero de 2015, en este mismo periódico -Diario de Pontevedra-, en esta misma columna, con idéntico título publiqué un artículo sobre la barbarie que estaban sufriendo quienes por primera vez utilizaron la cruz como símbolo del cristianismo, los hijos de los faraones, los herederos de Marcos el Evangelista. En aquella ocasión, veintiuno fueron los coptos degollados en una playa mediterránea de Tripolitania por la sucursal libia del Estado Islámico. Habían llegado a Sirte desde sus aldeas egipcias huyendo de la desesperación provocada por la miseria económica, consecuencia de la marginación causada por sus creencias religiosas. Paradojas de la vida, si hace siglos copto se identificaba con Egipto, ahora en el país del Nilo, copto es sinónimo de ciudadano de segunda categoría. Dedicarse a la recogida de basuras es uno de sus destinos mayoritarios.

Desde hace dos años, la situación de los coptos ha empeorado de un modo muy considerable. Junto con los yazidíes son el blanco predilecto del Estado Islámico. Aunque le apoyaron de forma mayoritaria a raíz del golpe de Estado de 2013, los coptos se quejan del desamparo total a que se ven sometidos por el Gobierno de Al Sisi. Aunque pueda resultar sorprendente, estaban más protegidos con Hosni Mubarak. La violencia contra los coptos se ha incrementado en los últimos cinco años. Los datos así lo confirman. En 2011 una bomba contra la iglesia de Todos los Santos de Alejandría causó 23 muertos. Unos meses después, 28 coptos murieron en la denominada "masacre de Maspero". El último año ha resultado terrible. Los atentados en lugares de culto de El Cairo, Tanta, Alejandría y Menia superan el centenar de muertos. A ellos se debe unir la treintena de fallecidos la semana pasada en el monasterio de San Samuel el Confesor en Minya, a 350 kilómetros al sur de El Cairo.

En esta ocasión la paternidad ha sido reivindicada por Al WilayatSina (Provincia del Sinaí), la filial egipcia del Estado Islámico. Su origen está en AnsarBeit al Maqdis (Seguidores de la Casa de Jerusalén), un grupo inspirado en Al Qaeda. Su irrupción se produce en 2011 a raíz de la caída de Hosni Mubarak. El objetivo principal entonces era la lucha contra Israel. Su líder es Abu Osama al-Masri. En 2014 se produce el cambio de nombre y un viraje político hacia el Estado Islámico al prometer lealtad a Abu Bakr al Baghdadi, el autoproclamado califa del Dáesh.

En el artículo de hace dos años aludía al profesor Antonio Elorza, quien consideraba La parábola de los ciegos de Peter Brueguel el Viejo como la mejor metáfora de la inconmensurable cantidad de dislates en el tema cometidos por Occidente desde hace tiempo. No puede decirse que desde aquella alguna luz nos haya iluminado, aunque fuese de forma tenue. El acontecer cotidiano muestra como todo ha ido a peor. Ahora, como hace dos años, finalizo el artículo con las mismas palabras, esperando no tenga cabida una tercera ocasión. Occidente sigue erre que erre en su empecinamiento y su ceguera.

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