Opinión

Fátima

NO SIEMPRE es posible separar lo divino de lo humano. A veces, imposible. Hace justo hoy cien años, nada hacía sospechar que Fátima, dicho sin intención de ser irrespetuoso, acabase siendo un parque de atracciones religioso, donde dormir en un hotel cuesta estos días sobre tres mil euros, cuando lo normal son ciento cincuenta, o que fuese necesario controlar la raia, coincidiendo con la visita del Papa y con el centenario de la primera aparición de la Virgen en la deprimida Cova da Iria. Milagroso mercadeo de la fe, bueno o malo, según se mire, que alimentan tanto organizadores como consumidores del milagro/espectáculo, con un balance, al menos en apariencia, más terrenal que espiritual, donde no es fácil separar el prodigio de la pela. Pero no solo ocurre en Fátima; también en Lourdes, en el Camino de Santiago, en la Semana Santa de Sevilla, en el Rocío…, por citar algunos ejemplos en los que se confunde y se mezclan lo etéreo y lo crematístico, sin menoscabo para quienes participen respondiendo al impulso de su fe. Por eso conviene ser muy respetuoso con todos los sentimientos, sea cual sea la orientación y la creencia.

Comentarios