Opinión

Seguros agrarios

LO QUE era catástrofe natural se llama ahora, dicen, emergencia, que no sé si etimológicamente significa lo mismo; da igual. El problema se mantiene inalterable. La Naturaleza en sus arremetidas, o la meteorología hostil, no entienden de porqués lingüísticos cuando devastan cosechas o descalabran la tierra. Los efectos de las últimas heladas, sobre todo en frutales y viñedos, han sido atroces en Galicia, y los perjudicados piden que la Administración repare los daños, que es más o menos lo que se pide siempre.

Pero cuando se reparan injusticias, también se alimentan agravios. Habría que satisfacer también otras súplicas por adversidad y no es posible. Sea o no justo, lo que sí llama la atención es que solo un veinte por ciento de la viticultura gallega, en todas sus denominaciones de origen, esté amparada por el seguro agrario, tratándose como se trata de uno de los recursos productivos estrella de nuestro suelo. O que solo 322 de las 20.000 granjas tengan suscrito algún seguro que cubra los costes derivados de la merma de producción o la pérdida total de cultivos forrajeros. Es, en cualquier caso, una imprevisión injustificable.

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