Opinión

Perú se ahoga

El PASADO 25 de marzo, como viene sucediendo todos los últimos sábados de ese mes desde hace una década, múltiples ciudades del mundo celebraron la Hora del Planeta con un apagón voluntario en la iluminación de edificios y monumentos relevantes. Dentro de escasas fechas, el próximo 22 de abril, tendrá lugar el Día de la Tierra. Impulsada la Hora del Planeta por la asociación ecologista WWF, la primera tuvo lugar en Sídney el 31 de marzo de 2007. El segundo de los eventos inició su andadura el 22 de abril de 1970 de la mano del senador y activista ambiental Gaylord Nelson. Dos mil universidades, unos 10.000 centros de enseñanza primaria y secundaria, además de centenares de comunidades participaron en aquella primera ocasión. La defensa y la concienciación de proteger a la Madre Gaia es el elemento de unión de ambas efemérides. Mientras, nuestra Casa Común se queja del trato recibido y llora con desmesura. De ello tienen fehaciente noticia algunos países, caso de Perú.

Desde hace meses el planeta asiste a un fenómeno climático especialmente grave. Millones de personas de zonas comprendidas entre los trópicos de Cáncer y Capricornio sufren sus efectos. El sudeste de Asia, África Austral, Sudán, Etiopía, Bolivia, Paraguay, Perú y otros países han padecido unas durísimas sequías y sus desbastadoras consecuencias. Recordemos las imágenes de la unidad especial del Ejército español aplaudida en el aeropuerto de regreso a casa después de la lucha contra unos pavorosos incendios. Aquel recalentamiento del Pacífico ha derivado en intensas lluvias generadoras de las dramáticas imágenes actuales. Ellas hablan de un Perú arrasado por el agua y el lodo, consecuencia de un inusual y prolongado temporal.

Con datos del pasado fin de semana, el número de muertos supera las 30 víctimas y los desaparecidos ascienden a una veintena. Casi 121.000 personas han perdido todo y son más de 742.000 los afectados. Las viviendas colapsadas superan la cifra de 14.000, casi 15.000 están inhabitables y el total de hogares afectados se acerca a 165.000. Con imágenes impactantes, buena parte de la red nacional de carreteras está inoperativa. A todo ello se deben añadir 40 centros de enseñanza destruidos. De modo provisional, las pérdidas en infraestructuras superan los 3.000 millones de dólares. El mayor protagonismo de esta fuerza destructiva de la Naturaleza corresponde a los huaicos, avalanchas de lodo y piedra. En medio de semejante mare mágnum han surgido dos símbolos: la localidad de Barba Blanca y el Puente de Piedra. La primera es la encarnación de la desolación. Fundada hace 75 años, hace más una semana dos huaicos sepultaron la totalidad de las viviendas de la comunidad. El Puente de Piedra, o Trujillo, se alza sobre el río Rímac. Fue la primera conexión entre el centro de Lima y los barrios periféricos que se iban formando entorno a la capital. Sobre el mismo río, cerca de él, en 2010 se construyó el Puente Solidaridad, todo un alarde de ingeniería contemporánea y de desafío a la Naturaleza. El pasado 16 de marzo fue barrido por ella. Mientras, el Puente de Piedra, construido en 1620 por la Monarquía Hispana previendo dramáticas crecidas de caudal, permanece incólume.

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