Opinión

Renzxit a la italiana

LO DE los referendos perdidos es para hacérselo mirar. Del brexit al renzxit hay todo un catálogo de consultas y elecciones malogradas por la impericia del poder. Cameron en el Reino Unido y Renzi en Italia han tenido que dimitir. Hollande no se presenta porque corre el riesgo de ser barrido por el populismo, como le ocurrió a Cameron con el brexit de Farage en Gran Bretaña. Y entre presiones contra el sistema y la crisis económica también se tuvieron que marchar a sus casas Berlusconi y Monti. En Grecia ya se sabe lo que pasó, con el socialismo devorado por el podemismo a la griega de Syriza. Y en Austria un resultado muy ajustado ha evitado que el populismo de ultraderecha gobierne el país. En Francia el pacto de la izquierda y la derecha evitó males mayores en las citas electorales municipales hasta frenar a Le Pen. Y en España ya hemos visto el gran empuje populista con ayuda de un sanchismo socialista clonado al espejo podemita más preocupado de parecerse al rupturismo antisistema que a la contribución institucional de la gobernabilidad. En Europa sólo permanecen Merkel y Rajoy como líderes que han soportado el barrido populista de la crisis. Y fuera de Europa, el colombiano Santos también recibió la lección del referéndum al ver rechazado el acuerdo de paz con las FARC por no ir con los deberes del consenso hechos.

Esa soberbia del poder al considerar que una consulta popular se gana por el hecho de convocarla y de convertirla en plebiscito sobre el líder de turno constituye un error de apreciación que seguramente jamás cometerían líderes de la vieja escuela como Merkel y Rajoy. Solamente la ambición de los liderazgos jóvenes e inmaduros empuja a ese callejón sin salida que son los referendos sin consenso. Renzi ha cometido, como Cámeron, esos dos errores de estudiante de políticas: acometer grandes asuntos de Estado ligándolos a su continuidad personal y sin contar con la oposición, de modo que las votaciones terminaron siendo contra ellos más que sobre la propia permanencia en la UE en el caso del Reino Unido o sobre la reforma constitucional en Italia.

Por fortuna España es diferente más allá del propio eslogan. Y ciertamente, tras los diez meses de bloqueo irresponsable parecen vencidas las tentaciones del poder a toda costa. Por tanto, en este día después al compleaños 38 de nuestra Constitución, todo el mundo habla de reforma con el rabillo del ojo puesto en Italia. La primera lección es que hay que dialogar y llegar a acuerdos de conjunto, de mayoría. La segunda es que el constitucionalismo debe saber construir una razón de peso para cambiar la Carta Magna más allá del propio encaje de Cataluña o el País Vasco. La tercera es que cualquier cambio constitucional hay que edificarlo sobre los sólidos cimientos del 78. La cuarta es que hay que hacerlo por un consenso incontestable, sólo al alcance de PP, PSOE, Ciudadanos y otros partidos nacionalistas moderados dada la vocación antisistema de Podemos. Y la quinta, que la reforma ha de ser limitada y muy medida, en modo alguno tan profundamente desestabilizadora como la italiana que se ha llevado a Renzi.

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