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El Amazonas, por tercera vez

La magnitud del triunfo popular resulta equiparable a los de 1981 y 2009 y le permite conjurar quizá la mayor amenaza de siempre

ESTA VEZ no fue contra pronóstico, como en 1981 y 2009, pero si se echa la vista un poco hacia atrás, más allá del profundo cambio en el relato y el tablero político español que supusieron las generales del 26 de junio, se observa que el resultado del domingo es equiparable al de hace 35 años, cuando Fraga cambió el curso del Amazonas a costa de UCD, y al de hace siete, cuando Feijóo volvió a alterarlo derribando al bipartito.

La genial frase de «aquí pasou o que pasou» de Iglesias Corral, tras el fallido golpe de Barreiro Rivas contra Albor de 1986, está considerada, con justicia, como la más célebre de la política gallega. Pero hay otra que fue tan famosa o más, aunque por ridícula. La pronunció José Quiroga, segundo presidente de la Xunta preautonómica y candidato de UCD en las elecciones de 1981, cuando dijo que perdiese su partido «sería casi como cambiar el curso del Amazonas».

Como acostumbra a recordar Mariano Rajoy, que debutó en 1981 como diputado de Alianza Popular (AP) a los 26 años, el Amazonas cambió, porque AP venció a UCD, hasta entonces todopoderosa en una Galicia, que pasó a convertirse desde entonces en un feudo popular. Como en realidad en cada provincia se celebra una elección distinta, en Galicia ha habido 40 elecciones autonómicas, en las que el PP, antes llamado AP, fue la primera fuerza en 38 ocasiones y sólo fue superado en dos, en Lugo y Ourense en 1981, donde se impuso UCD. El de aquel año fue el verdadero sorpasso gallego y se produjo, como todos los cambios, en la Galicia atlántica, sobre todo en la circunscripción coruñesa.

Existe bastante consenso en señalar que en 2009 se produjo un segundo cambio del Amazonas, pues la victoria de Feijóo con Rajoy de ayudante rural, además de dejar noqueado a Zapatero, impidió que se consolidase en Galicia un nuevo paradigma, el del bipartito de PSOE y BNG, que quedó como un episodio pasajero de cuatro años, durante los que el PP trató a sus gobernantes casi como usurpadores, que ocupaban su casa.

Aunque nada importante pareciese moverse, porque el PP mantuvo sus escaños de 2012, en realidad el domingo se volvió a alterar el cauce del Amazonas, pues si se miran, sobre todo, los resultados de las municipales de 2015, así como los de las generales de ese año y de las europeas de 2014, se constata que el centro-derecha estaba más hundido que nunca en Galicia. Por primera vez sólo gobierna en una Diputación, que en realidad es de una familia, la Baltar, y quedó barrido en un gran número de villas, además de la casi totalidad de las ciudades.

Si las autonómicas hubiesen tocado en 2015, es más que probable que el PP hubiese mordido el polvo, con la única duda de si, como sucedió en La Rioja, Castilla y León y Murcia, le habría salvado la muleta de Ciudadanos, lo que en Galicia habría resultado mucho más difícil. Y perder la Xunta en ese momento de mutación del sistema de partidos y de renacido pluralismo habría sido incluso más peligroso para el PP que la consolidación del bipartito, que habría seguido amenazado por la caída de Zapatero. Pero el PP se ha salvado porque el centro-izquierda malgastó una ocasión enorme.

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