Opinión

Dos fotos

LAS DOS realidades castigan donde más duele. En ese rincón del alma en el que todavía pervive el niño o la niña que todos llevamos dentro. Es ahí donde se encienden todas las alarmas de la empatía al presenciar como la crueldad se ceba, en los últimos tiempos, con lo más pequeños. Pese a que ellos no han elegido vivir entre las balas y las bombas o arribar a una playa con las pulsaciones del corazón apagadas no tienen elección. El gran dilema en un infierno como Siria es: si te quedas, eres objetivo militar. Si te vas, acabas convertido en un refugiado errante e invisible para cualquier gobierno europeo. Si te quedas, puede que el techo de casa se venga abajo la noche más inesperada. Si te vas, existe una alta probabilidad de que el cuerpo, sin vida, de tu bebé acabe siendo arrastrado por las olas hasta la orilla. En el primer caso, Omran Daqneesh, de 5 años de edad, y su hermana mayor lograron sobrevivir en medio de los escombros en Alepo. En el segundo, Aylan Kurdi, de tan solo 3 años, se quedó en mitad de la travesía para desesperación de su padre. Dos fotografías que han llegado a conmocionar a medio mundo solo durante cinco minutos; el otro medio está a lo suyo, como corresponde. Dos imágenes que han partido de un mismo contexto bélico. Dos retratos de la inclemencia humana que no han dejado de suplicar la muerte de una absurda guerra a quienes tienen el poder de dar sepultura a las armas y detener a militares sedientos de sangre.

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