Opinión

¿Real o interesada?

HAN APRENDIDO a viajar en medios tan cómodos como el avión. Algunos, incluso, habrán volado en primera clase. Otros lo habrán hecho en turista. Lo curioso es que lo llevan haciendo años y años sin que nada ni nadie pueda remediarlo. Ya lo vaticinó el maestro del periodismo Richard Kapuscinski: desde el momento que las personas tienen capacidad para saltar de continente en continente también lo hacen las enfermedades. Por mucho que se diseñen fronteras; se adopten severas medidas para dejar al migrante de puertas afuera o se ponga el acento en una política xenófoba, que se deslice fácilmente por la conciencia colectiva, los virus seguirán sorteando cualquier posible obstáculo para propagarse y mutar como fórmula de adaptación al nuevo contexto: gripe aviar, VIH o ébola son solo unos pocos ejemplos recientes. La gran mayoría detonó una especie de miedo irracional al contagio que sí consiguió aumentar el volumen de los músculos de la discriminación. En cada caso, reconocido o no por la OMS, siempre existe una errática percepción de que las epidemias saben discernir entre los diferentes niveles sociales. Que tienen la capacidad de contagiar de forma selectiva. A unos sí y a otros no. Estos días, el zika sale de su escondite en Latinoamérica. Decide presentarse al mundo como una supuesta amenaza: ¿real o interesada? Respuesta que encomendamos al paso del tiempo.

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