Opinión

Preservemos el mar

EL PRÓXIMO 19 de noviembre está previsto el juicio a tres barcos gallegos por haber incumplido las condiciones de las licencias de pesca de las Islas Malvinas, las Falkland Islands. Según declaraciones realizadas por el fiscal del caso el pasado mes de julio, la pena máxima a la que se enfrentan es una sanción de 850.000 euros y prisión de hasta 3 meses. Sin embargo, todo indica que, en el peor de los casos, la mayor sentencia se saldará con una fuerte multa, la confiscación del cargamento incautado y, tal vez, de los propios barcos.

Lamentablemente el hecho no es novedoso. Por el contrario conforma una cuenta más de un triste rosario de inadmisibles actuaciones en los mares del planeta. A modo de ejemplo podemos volver la vista atrás y sin hacer una relación exhaustiva, sino un simple apunte, recordar algunos de los casos con mayor protagonismo en los medios de comunicación donde actores gallegos brillaron como protagonistas. Hace unos meses fue en los mares del norte de Rusia. Anteriormente las imágenes generadas en la pesca de la austro merluza se convirtieron en todo un símbolo de la piratería actual, de aquello que no se debe hacer. Como punto final citar algún caso acaecido en nuestras propias costas. Para tal fin, resulta óptimo traer a colación aquella genialidad de pescar con dinamita en nuestras rías, con el incluido e inusitado protagonismo de algún responsable de alguna cofradía. Como al final se hace tabla rasa y generaliza, semejante “modus operandi” mancha al conjunto de los pescadores gallegos; por desgracia, también a los honestos y responsables.

Pero no es el esquilme el único gran problema de nuestros mares -incluyendo a los más inmediatos, a nuestras rías-. Los mares, los océanos son una enorme fuente de vida y riqueza y deben preservarse. Cuidarlos como oro en paño, y no entenderlos como vertederos, como cloacas donde depositar todo el detritus generado por los humanos. También respetar sus límites y olvidarse de megalómanas construcciones invasoras del área correspondiente al mar, actuación tan del agrado de nuestros políticos de todos los pelajes, pues también en esto son como gotas de agua. Bodrios arquitectónicos anti natura eliminados en un “plis plas” por el mar en un momento de enfado. Tampoco se puede entender al mar como el lugar donde amigos accionistas campen a sus anchas y, de algún modo, ejerzan el derecho de pernada, aunque sea de forma legal.

Podríamos entonces preguntarnos si existe un referente en el cual fijaros y tomar como guía aunque hubiese acontecido hace décadas o siglos. Por supuesto lo tenemos y no es necesario ir a las antípodas pues es sumamente cercano. En esta misma columna se ha hecho mención a él en varias ocasiones. De seguir la exuberante documentación existente, nuestros hombres del mar de buena parte del medievo y siglos modernos eran conscientes de esa fuente de riqueza y de sus límites. Respetándolos y explotándolos con racionalidad Pontevedra alcanzó el apogeo de su esplendor. Después vino la decadencia y la mediocridad.

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