Opinión

Los altavoces de Corea y Cataluña

EN AGOSTO las dos Coreas volvieron a enzarzarse por un incidente menor y, como en crisis anteriores, Corea del Sur activó la cadena de altavoces que tiene instalados en la frontera para cantar las excelencias propias, desacreditar las terribles condiciones de vida en el país vecino y ganar de nuevo la batalla de la comunicación, tan importante como el fuego de artillería.

El proceder de Corea del Sur me trae a la memoria lo que está ocurriendo en Cataluña donde desde hace años la Generalitat tiene activados altavoces de propaganda para desacreditar a la España «vaga y despilfarradora que nos roba», incluida Galicia y su Ave, y defender el dogma de la independencia «amparándose en falsedades y embaucando a la gente», en palabras de José Borrell.

En este setiembre brumoso, permítanme compartir sentimientos con el profesor Antonio Elorza: toca ser pesimistas

Llevan muchos años construyendo su estado nacional catalán y no regatearon esfuerzos ni recursos para ir rompiendo vínculos con el resto de España. Sin ruborizarse, tergiversan la historia, manipulan los datos económicos, se envuelven en la bandera y utilizan las instituciones y medios de comunicación para despertar sentimientos de agravio contra «el expolio» que sufre Cataluña y vender el Estado propio como «solución de todos los males», incluida la desaparición de la corrupción que Convergencia lleva en sus entrañas.

Ese chorro incesante de propaganda despreciativa, oficial y subvencionada, y tantas manifestaciones insultantes -de Tardá, de Rull, de Homs, por citar solo tres nombres- no fue contestado por los altavoces del Gobierno de España con un plan de comunicación objetivo y veraz para desmontar tanta mentira. Tampoco propició avances para buscar desde la política algún punto de encuentro, en gran parte porque no es posible dialogar con alguien que acude a la mesa con condiciones predeterminadas que están fuera de la legalidad.

Ahora, los puentes están rotos y las posibilidades de diálogo para explorar alternativas inclusivas -federalismo, confederalismo, nueva financiación- son escasas, por no decir nulas porque «nosotros ya estamos en otro escenario», dijo Josep Rull, el secretario de CDC.

Llegados a este punto, la deriva que tome el proceso depende de la sociedad catalana, pero los secesionistas son tan activos que si el resultado del día 27 no les es favorable inventarán otro desafío contra el Estado. Por eso, en este setiembre brumoso, permítanme compartir sentimientos con el profesor Antonio Elorza: toca ser pesimistas.

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