Opinión

Dignidad o bolsillo

AIRE NUEVO en la política de comunicación de Moncloa. Celeridad y eficacia de los mensajes transmitidos este lunes por el ministro De Guindos, que compareció junto a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, después de la reunión extraordinaria de la comisión delegada para asuntos económicos, en relación al problema de Grecia y su eventual impacto sobre nuestro país.

Es de agradecer la claridad y el sentido didáctico de las respuestas del ministro a las preguntas que se agolpan tras la extraña fuga del Gobierno griego de la mesa negociadora con sus socios de la zona euro. A partir de un hecho determinante en la aproximación al problema planteado: la fuga fue unilateral, como unilateral fue la inesperada convocatoria de un referéndum (domingo 5 de julio) para conocer la posición de los griegos sobre una oferta europea sin el carácter de "última palabra".

Es decir, que la negociación estaba en marcha, lo cual ha quedado demostrado al hacerse público el siguiente paso negociador, encaminado a aproximar las posturas de ambas partes. Un paso que, evidentemente, no se ha podido dar porque el Gobierno de Tsipras, sin haberlo hablado con sus interlocutores, se lanzó a convocar el referéndum apelando a intangibles como la soberanía nacional y la dignidad del pueblo griego.

El paso siguiente también lo dio el Gobierno de Tsipras y no tenía nada de intangible. Hablo de restricciones contantes y sonantes en la capacidad adquisitiva y la disponibilidad dineraria de los ciudadanos. A saber: el cierre de la Bolsa, el cierre de los bancos y la limitación de las cantidades a retirar de los cajeros automáticos (no más de 60 euros por persona y día). Eso solo perjudica a los griegos, y no precisamente a las clases altas que ya hace tiempo pusieron su dinero a salvo de corralitos.

Lo dicho anteriormente encaja en un eventual escenario posterior al referéndum, en caso de celebrarse. Si sale el sí (condiciones impuestas por Bruselas para prolongar el segundo rescate y seguir en el euro), quedará desautorizado el Gobierno de Tsipras por su defensa del no. Tendría que convocar nuevas elecciones. Y si sale el no, habrá ganado la dignidad del pueblo griego pero habrá perdido su capacidad de sobrevivir económicamente, salvo que encuentre otro prestamista. Rusia, por ejemplo, que no está precisamente para rescatar a nadie. Es como elegir entre horca y guillotina, a causa de la insensata actuación de Tsipras y su ministro de Finanzas, Varoufakis, que han metido a Grecia en un laberinto de muy difícil salida.

Y en ese punto, a pesar de los costes sociales de la recuperación que nunca dejo de señalar, hemos de poner en valor las alusiones del ministro a la "solvencia y seguridad" con las que España afronta los eventuales efectos de la crisis griega. En un contexto europeo que también ha mejorado frente al riesgo de contagio: la deuda griega ya no es privada (bancos) sino institucional (FMI, BCE y estados socios), hay un férreo control del déficit público, ha mejorado la supervisión bancaria centralizada y la generosidad del BCE hace milagros.

Comentarios