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El síndrome de O Courel hunde a Rajoy

Al intentar reeditar su mitificada campaña rural del 2009, Rajoy se enterró en Andalucía donde el PSOE hizo el papel del PPdeG; IU, el del BNG; Ciudadanos, el de Podemos y éste, el de AGE.

Alberto João Jardim pudo haber sido un político gallego. Tras 37 años en el poder, más de 4.000 inauguraciones, récords en acarreos de votantes, vistosos disfraces de carnaval y una orgía de cemento que dejó a Madeira quebrada, el gran cacique de la política portuguesa no se presenta a las elecciones regionales de hoy. Con la vista puesta en las legislativas del otoño, en la campaña madeirense sólo ha faltado uno de los líderes nacionales lusos, Pedro Passos Coelho. El quemado primer ministro evitó ir a apoyar al sucesor de Jardim, como tampoco viajó enero a Atenas a respaldar a Antonis Samaras.

Vaya, como Rajoy, pero justo al revés, pues el pontevedrés estuvo en Grecia días antes del histórico triunfo de Syiriza y se desplazó seis veces a Andalucía en los dos últimos meses. Algunas de las mentes más lúcidas del PP gallego sostienen que todo empezó en O Courel en la campaña del 2009, cuando Rajoy combatió su clásica imagen de indolencia llegando a sitios insospechados como esa sierra lucense mientras cultivaba el voto rural para que Feijóo se centrase en las ciudades.

En la llamada montaña roja, feudo del PSdeG, Rajoy encontró su Arcadia electoral y concluyó que, pese a sus fracasos del 2004 y 2008, él sí tenía tirón. A la búsqueda de reeditar esa experiencia mágica y tras su ya muy arriesgada visita a Atenas, Rajoy se lanzó a la carretera en Andalucía, convencido de que debía expandir la buena nueva de que España está mucho mejor de lo que la gente percibe. No se sabe si sus mítines en bares de Seoane y Folgoso en el 2009 le dieron votos, pero sí es evidente que hoy su presencia no suma, sino que resta, porque su figura encarna la combinación entre la persistente crisis, la austeridad brutal y las serias sospechas de corrupción por el cobro de sobresueldos.

En Andalucía el PP volvió a bajar 14 puntos, como en las europeas, mientras que ya sin Rubalcaba el PSOE resistía, con sólo 4 puntos menos, porque jugaba en casa y por el liderazgo renovado de Susana Díaz. Rajoy se enterró y se hizo evidente que los populares tienen por delante la ímproba tarea de descabalgarlo y buscar otro candidato para las generales. Este hubiese sido el momento de Feijóo si sus fotos con Marcial Dorado siguiesen guardadas en un cajón.

En la catástrofe andaluza el PP gallego puede hallar dos leves elementos de consuelo, pues en la investidura de Díaz se abrirá paso una incipiente lógica de gobierno de la lista más votada en tiempos de gran fragmentación y se ha comprobado que las estructuras clientelares rurales, como las del socialismo de Andalucía y de los populares de Galicia, mantienen una apreciable capacidad de resistencia ante los nuevos partidos. Además, la atomización favorece a la fuerza más votada, como le pasó en el 2012 a Feijóo que subió tres escaños con casi un punto menos en porcentaje de voto y le ocurrió a Díaz, que conservó sus diputados con cuatro puntos menos.

Aunque haya algo de espejismo, el PSOE ha tomado vitaminas, mientras Susana se ha puesto en Despeñaperros, para derribar a Sánchez si las autonómicas y municipales le salen mal. IU repitió el papel del Bloque en el 2012, al ser la alternativa clásica que es barrida por las emergentes. Pero en el campo de los nuevos partidos hay cambios pues, pese a su magnífico resultado en Andalucía, Podemos paga sus delirios de grandeza y empieza a entrar en un ciclo declinante, como le pasó a la Age de Beiras en las europeas cuando los de Pablo Iglesias le arrebataron la condición de fuerza al alza. Ese rol lo tiene por ahora Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, que se alimenta del PP pero también puede ser su tabla de salvación en mayo en algunas ciudades o autonomías.

El plus de resistencia era efectivamente un plus de retardo
Los muy preocupantes datos del PIB gallego, que es el que menos crece de la España autonómica, confirman que el plus de resistencia al que apelaba Touriño y que Feijóo reconvirtió en el mito de la Galicia solvente era un plus de retardo. La crisis tardó más en llegar y durará más. Los datos dan la razón a los alcaldes del PP que decían que la Xunta los ahogaba al querer cumplir a toda costa con la austeridad.

La euforia judicial del PP y la contradicción de los aforados
La resaca andaluza parece haber durado poco en el PP gallego que entró en una fase de euforia judicial tras el anuncio del previsible anuncio del archivo de la causa en el Tribunal Superior de Xustiza contra Paula Prado, la absolución por la Audiencia Provincial de A Coruña de los siete exconcejales de Santiago condenados por prevaricación y una sentencia del Tribunal Supremo que rechaza el recurso de la Real Academia Galega contra el decreto de reducción del peso del gallego en las aulas.
Resulta innegable de que se trata de buenas noticias para el PP, aunque con un alcance y características diversas, sobre todo en el caso de la lengua ya que no resuelve el laberinto en el que está metido Feijóo, por su mensaje de menos gallego de la campaña del 2009 para frenar a UPyD, los tremendos últimos datos oficiales sobre los usos lingüísticos y el contenido del artículo 5 del Estatuto de Autonomía, que obliga a la Xunta a impulsar la utilización del idioma propio.

El previsible archivo del caso de Prado supone un nuevo varapalo para la jueza instructora, Pilar de Lara, y un alivio para esta diputada autonómica. Sin embargo, su problema siempre fue político, no judicial, pues resultaba evidente que difícilmente se podía hallar un delito en sus frases en grabaciones telefónicas sobre “los regalos de la hostia” de Vendex o los 3.000 euros que presumía haberle dado a un intermediario. Es injusto que se conozca el contenido de sus conversaciones privadas y no las de los otros diputados, pero su contenido la inhabilita políticamente. Al recuperar a Prado para la dirección del PP gallego, Feijóo vuelve a demostrar que la residencia presidencial de Monte Pío dista muchas millas de la realidad.

Como ya ocurrió con el caso del lucense Barreiro en el Supremo, en el de Paula Prado es otra parte de la operación Pokémon la que va a acabar archivada. El PP  lo celebra, lo que contrasta con su furor de los últimos meses en anunciar que iba a acabar con los aforamientos de diputados y senadores, un privilegio que les permite escapar de la justicia ordinaria, de la jueza de Lara en este caso. Pues el PP debería aclarar si los aforamientos son un escándalo o una fuente de justicia reparadora.
La absolución de los siete exconcejales permite al PP rebajar en varios grados su hecatombe de Santiago, aunque no compense el desastre causado por haber llevado a la alcaldía a un Conde Roa que ya ha sido condenado por delito fiscal ni el caso de Ángel Espadas, el exjefe de gabinete que fue grabado pidiendo a un empresario que modificase a su gusto el pliego de condiciones de un concurso de un contrato municipal.

Se da la paradoja de que quedó anulada la sentencia que instaló en el poder por la vía de emergencia al actual alcalde, Agustín Hernández, cuyo desembarco mejoró considerablemente la situación de los populares en la capital. La absolución de los exconcejales puede complicarle a Hernández la elaboración de la candidatura, pues no parece que tenga muchas ganas de contar con ellos, lo que podría reactivar esa jaula de grillos que siempre fue el PP compostelano.


Se mantiene el idioma original del artículo, publicado el domingo 29 de marzo de 2015.

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