Olvido

Allí estaba, entre best sellers y otros libros que caprichosamente se fueron adelantando a su lectura. Había caído en el olvido, en un imperdonable descuido que le hizo sedimentarse en un estante de mi librería. La que fuera una recomendación durante el pasado verano de un amigo que durante este mes respira el telúrico y regenerador Morrazo, surgió como un feliz hallazgo. Su apariencia exterior lo situaba en inferioridad de condiciones frente a sus colegas de espacio, ciento y pocas páginas, finas cubiertas y poco más. Empezar a leer y disfrutarlo como una pieza de primera categoría, fue todo uno. Esa pátina que el olvido originó durante todo un año, ahora, desde las páginas del libro de Julio Llamazares, ‘La lluvia amarilla’, se convertía en paradójica protagonista de un relato abrupto, sin concesiones en la narración sobre la soledad final de un hombre, pero también de un pueblo de los Pirineos consciente de su destrucción, del abandono de sus habitantes y de cómo esa desolación se traslada a su último inquilino. Una historia habitual en esta Galicia salpicada de cadáveres de aldeas de las que sus habitantes huyen necesitados de una nueva existencia. La misma que conlleva la muerte física de unos núcleos rurales llenos de leyendas, aunque siempre será más grave la desmemoria, como le pudo suceder a este libro al caer sobre él la lluvia amarilla del olvido.

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