Futuro: Para los vecinos marcharse no es una opción

La colaboración vecinal y la lluvia salvó a Ernes de ser devastada

Este pequeño paraíso hippie de Negueira de Muñiz, en el que residen unos cincuenta vecinos, se convirtió la madrugada del martes en un verdadero infierno
Boquete indica el lugar en el que se detuvo el fuego, a escasos metros del cierre de su huerta
photo_camera Boquete indica el lugar en el que se detuvo el fuego, a escasos metros del cierre de su huerta

Ernes, uno de los núcleos más aislados y de difícil acceso de la provincia, vivió durante la madrugada del martes una de sus peores pesadillas. Desde el momento en el que los vecinos, la mayoría con un estilo de vida hippie, alertaron a los servicios de emergencias que las llamas del incendio de Ibias habían coronado el monte Busbeirón y empezaban a avanzar ladera abajo, hasta que llegaron los primeros efectivos transcurrieron unas interminables y angustiosas horas, en las que lo más positivo fue ver como el ser humano es capaz de unir sus fuerzas y trabajar en común para hacer frente a cualquier enemigo por poderoso que sea, en este caso, el fuego. A última hora, cuando parecía que la batalla estaba perdida, la llegada de las brigadas y, por fin, de la esperada lluvia permitió a los vecinos poder respirar un poco más tranquilos.

"Al poco tiempo de dar la voz de alerta esto empezó a llenarse de vecinos de otras aldeas, incluso de gente que no conocía, y nos empezamos a organizar para hacer frente a las llamas con los pocos recursos de los que disponíamos", afirma José Luis Boquete 'Bo', quien vio como el fuego se detenía a escasos metros de la valla de su huerta, no sin que antes destrozara la rudimentaria antena con la que hasta ese momento era capaz de arañar alguna línea de cobertura a la red de telefonía móvil.

A escasos metros de su cabaña, en una casa de madera, la pareja formada por Fabio y Tania, junto a sus hijas Saxa y Selva de cuatro y dos años de edad, vivieron la situación con extrema preocupación.

"Yo me quedé a ayudar, hicimos cortafuegos y limpiamos toda la maleza que podíamos para evitar que las llamas llegasen hasta aquí", mientras que Tania optó por coger a los niños e "irme a Foxo —una aldea cercana— con ellos, ya que el aire aquí era irrespirable". La familia consiguió salir, junto a sus pertenencias, indemne de este fuego que, en pocas horas, convirtió ese pequeño paraíso en el que viven en un auténtico infierno de colosales dimensiones. "Afortunadamente, no pasó nada, ningún animal resultó dañado y lo único que tuvimos que hacer fue cambiar las colmenas de sitio para salvarlas del fuego", afirma Fabio.

Por su parte, Pepe, un vecino que nació en esta misma aldea y que regresó a ella para pasar largas temporadas tras su jubilación, también destaca, "los momentos de intensa colaboración que hemos vivido todos juntos".

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