Noche de pánico para contener las llamas en cinco parroquias del rural cotobadés

El fuego arrasa alrededor de un 25 por ciento del suelo de Ponte Caldelas

Una familia con tres niños, realojada en las casas de Caritel tras perderlo todo ►Nefab para la producción por los daños en su planta
Gabriel, de Maderas Maisán, en la planta que quedó reducida a cenizas
photo_camera Gabriel, de Maderas Maisán, en la planta que quedó reducida a cenizas

Un total de 25 de los 33 lugares y parroquias de Ponte Caldelas se vieron afectados por las llamas que llegaron el domingo por la noche desde el concello vecino de Soutomaior como extensión del fuego declarado un día antes en Pazos de Borbén.

El terror se hizo presente en Regodobargo, Chaín, A Insua, Barbudo, Rebordelo, A Roca, Covelo, Coveliño, Parada, Paradela, Laxoso, A Sorreira, Tourón y en un sinfín de lugares, incluida la propia villa, que se vio literalmente asediada por las llamas, con situaciones de auténtico pánico como el momento en el que el fuego se acercó tanto al centro de la tercera edad que obligó a hacer un cortafuegos para evitar que los ancianos fuesen evacuados, el instante en que los vecinos vieron como ardía dentro del recinto del colegio y acudieron a apagarlo, o el punto en que hubo que forzar la planta de bombonas de butano de Repsol para retirarlas por la proximidad de las llamas. Tal y como indicó el alcalde, Andrés Díaz, en un comunicado, el municipio se vio asolado por una especie de bola de fuego que viajaba a la misma velocidad que el viento de la cola del huracán Ophelia y parecía imposible de alcanzar.

Andrés Díaz Alcalde
"A situación foi crítica, tivemos un aluvión de chamadas de xente desesperada pedindo axuda porque o lume levaba as casas"

A esta circunstancia se sumó la falta de medios. Al ser uno de los últimos municipios en los que se declaraba el fuego en una jornada negra, no había efectivos para este incendio, que en muy poco tiempo estaba en las puertas de las casas. El Nivel 2 no se decretó hasta las tres de la madrugada, según el Gobierno local, cuyo alcalde insiste en que el domingo tardó más de hora y media en hablar con alguien del 112. Aún así, los medios no pudieron presentarse en el municipio hasta las 3.00 de la madrugada.

"A situación foi crítica; tivemos un aluvión de chamadas de xente desesperada pedindo axuda porque o lume levaba as casas", explicó el alcalde. Las llamas devastaron viviendas y negocios y dejaron un panorama inaudito: 50 desalojados que tuvieron que pasar la noche en el Pabellón Municipal primero y más tarde en la Casa da Cultura. No existe en la memoria viva del concello constancia de una evacuación similar en las parroquias por la dureza del fuego. La Guardia Civil se encargó de cortar las carreteras asedidadas por las llamas e ir llevando a niños y mayores al punto de acogida.

El Concello contó con una motobomba y un aljibe sobre un remolque para atender a los primeros fuegos. Para luchar contra los siguientes se incorporó otro vehículo cisterna cedido por la empresa Caldevergazo. El alcalde y seis operarios integraron el equipo, al que se sumó otro vecino con su propio vehículo cisterna.

"QUEDAMOS SIN NADA". En Ponte Caldelas la historia del fuego no fue muy distinta de la del resto de concellos, pero sí la de los daños.

 Harry Vecino que perdió su casa
"Tomamos la decisión de irnos al ver cómo venía el fuego y que nadie nos ofreció ayuda"

La lista de casas que ardieron o negocios con pérdidas es larga y supera, con mucho, a la generada en la oleada de incendios de 2006. Pero de todas las historias la más dramática es la de una joven pareja, Harry y Elena, que lo perdió literalmente todo. "Cuando vimos que se acercaba nos metimos en el coche y nos fuimos", relata Harry, que junto con su pareja habitaba una cabaña de madera y una autobús antiguo que habían restaurado y preparado como dormitorio y en el que tenían todos sus enseres.

Harry y su mujer, Helena, tomaron esa decisión después de ver como evolucionó el fuego desde la zona de Soutomaior y "porque aquí no vino nadie a ofrecernos ayuda". Ellos, junto con sus tres niños, de siete y cuatro años y ocho meses, fueron los primeros en llegar al pabellón de deportes. "Después apareció más gente. Fuimos allí porque nos parecía lo más lógico". Más tarde les realojaron en el centro cultural porque la calidad del aire empeoró tanto que no se podía respirar en el pabellón.

Esta familia lamentó el lunes las pérdidas sufridas. "Nos quedamos sin nada, pero nuestra casa no ardería si no estuviese rodeada de eucaliptos", reivindicaron. El Concello les asignó la casa de Caritel, en donde se había frustrado el realojo de una familia gitana, y podrán ocuparla hasta que se encuentre una solución para su situación.

Muy cerca de A Insua, en Chaín, otro joven llamado Iván tuvo la misma suerte. Su caravana, en la que vivía, quedó calcinada por completo. No quedó más que el hierro del remolque. Chaín, que paradójicamente acababa de celebrar las fiestas de Santa Teresa ese mismo día, pasó la noche en vela. Otra vivienda, en este caso de Lola Garrido, una vecina que trató de llegar desde Vigo, pero quedó retenida por los cortes en Redondela, fue pasto de las llamas. "Aquí nacimos todos os irmáns e isto ía venderse", lamentó este lunes ante la semiderruida vivienda. También en Regodobargo, donde la pesadilla adquirió dimensiones dantescas, una casa modular y una segunda residencia fueron pasto de las llamas, y en Parada, Coveliño y Tourón se vivió una situación similar.

NEFAB. En cuanto a las empresas, Nefab, con casi 50 empleados, tuvo que parar la producción por daños en su nave y en la línea de melaminado. Fue la firma más dañada, seguida de Maderas Maisán, que se quedó sin maquinaria y sin toda la leña cortada para vender, mientras que O Pan de San Antonio, Cooperativa o Suído y un autónomo que se dedica a iluminaciones de fiestas perdieron sus furgonetas y material.

En cuanto a los centros educativos, las clases se suspendieron en el instituto, asediado por el humo, y solo un 20% de los niños acudió al colegio.

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