Sintra, un destino de ensueño para románticos

Los palacios y jardines de esta villa lusa representan el culmen de la estética romántica alemana. Es un lugar que conquistó a aristócratas y artistas como Lord Byron
Palacios de Sintra
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SINTRA, lugar mágico, místico, histórico. Hermosa tierra de visigodos, musulmanes o cristianos. Lugar de ensueño, romántico y melancólico. Colorido y decadente.

Adentrarse en Sintra es hacerlo en un cuento de hadas y trasgos y ser protagonista, por una vez en la vida, de un cuento de los mismísimos hermanos Grimm. La ciudad posee un microclima único, razón por la que, desde la ocupación de los musulmanes, fue solicitada para veraneo de reyes y aristócratas que construyeron palacios y plantaron jardines y bosques de un valor incalculable y de visita indispensable.

Ubicada a unos 30 kilómetros de Lisboa, esta villa es conocida por sus hermosos palacios que se erigen entre los frondosos bosques, motivo por el que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995.

Desde la estación de tren puedes ir dando un paseo de reconocimiento por la serpenteante carretera que lleva hasta el corazón latiente de la ciudad, disfrutando, de paso, de las bonitas panorámicas que te va ofreciendo el camino y descubriendo las excéntricas mansiones que salpican las colinas del Parque Nacional SintraCascais.

El entramado de callejuelas del casco antiguo nos lleva a través de cuestas adoquinadas y edificacio nes con estilos muy bien armonizados, con cafeterías entrañables o tiendas de antigüedades o libros. Un placer para los sentidos, que no para los pies. En el centro histórico, lo mejor que podemos hacer es investigar entre tantos locales llamativos y pastelerías que nos permiten degustar dulces típicos de Sintra, como es la ‘queijada’ o los ‘travesseiros’, especialmente las de la confitería Piriquita.

SUS MONUMENTOS. Muy cerca de la estación de tren se sitúa el Palácio Nacional de Sintra, que aunque es cierto que no resulta ser uno de los más bellos en cuanto a la estética, sí que tiene una larga historia a sus espaldas. También conocido como Palácio da Vila, fue construido durante la ocupación musulmana, renovado y adaptado en el siglo XV a la estética manuelina, uno de los movimientos estéticos de mayor esplendor en Portugal. Este monumento fue utilizado como palacio de verano de la familia real hasta la instauración de la república. Su austera fachada destaca por las dos grandes chimeneas en forma cónica de casi 33 metros de altura y su interior desborda en rica decoración. La Sala dos Braçones, o de los escudos, refleja el esplendor de una antigua monarquía. Su bóveda de madera está decorada con los 72 escudos de las familias nobles portuguesas. Por si fuera poco impresionante, las paredes están completamente adornadas con la ornamenta clásica portuguesa: los azulejos.

Tomando la línea de autobús 434 la próxima parada es el Palácio da Pena, que se encuentra erigido en lo más alto de la montaña. Es la imagen de Sintra, su portada, su símbolo. Diez minutos de paseo desde la entrada principal por los senderos del impresionante ‘Valle de los Lagos’ finaliza con el estallido de color de este palacio de fama mundial. Majestuoso y colosal, parece sacado de una película de Tim Burton. Este monumento nació como producto de la imaginación del rey de origen alemán Fernando II en el siglo XIX y fue otra de las residencias de veraneo de la monarquía portuguesa. Sobre sus cimientos se suman varias corrientes artísticas como el neogótico, el neoclásico o el neorenacentista. Pese a todo se conoce por ser el máximo exponente del estilo romántico alemán, inspirado en castillos como Stolzenfels y Rheinstein. Si por fuera el palacio deja a cualquiera boquiabierto, el interior no se queda corto. Una vez dentro del castillo, el mobiliario de la época, muy ecléctico y ornamentado, hace viajar a otro mundo, como si fueras Alicia en el país de las Maravillas.

Cerca de la entrada al Palácio da Pena se sitúa el Castelo dos Mouros, al que se puede llegar a pie a través de un espectacular paseo entre promontorios rocosos cuyas vistas se extienden prácticamente hasta el océano Atlántico. Esta fortificación fue construida durante la invasión islámica para proteger la ciudad. La torre más alta, la Torre Real, permite disfrutar de unas maravillosas vistas de toda la arquitectura del lugar y la vegetación circundante.

Muy cerca de estas grandes edificaciones se encuentra la Quinta da Regaleira, que se presenta como el juego más divertido de Sintra. Una sucesión de enigmas interpuestos los unos sobre los otros con los que entrar de lleno en la imaginería templaria de su rico propietario Antonio Carvalho Monteiro. La residencia de este indiano millonario, construida en el siglo XIX, consigue aunar varias ideas históricas de la época más gloriosa de Portugal con un llamamiento al esoterismo por medio de teorías que chocaban con la ortodoxia católica de entonces. Para visitar sus jardines y sus senderos laberínticos nos hace falta mapa, de lo contrario estaremos perdidos. Este lugar es una vuelta de tuerca y solo basta leer los nombres para darnos cuenta de que es un juego y que sus visitantes son las piezas convertidos en niños que desfilan por grutas ocultas en busca de verdades de la finca. El elemento más llamativo es el pozo iniciático, que sigue los pasos de los rituales de viejas órdenes de caballeros que aún tienen lugar allí, pasando del interior de la tierra al exterior en los nueve niveles del infierno, cielo y purgatorio que relata Dante en La Divina Comedia.

Tanto el Palacete como la capilla de la Santísima Trinidad que hay en el interior de la finca son todo un atrevimiento arquitectónico que arroja la esencia del gótico manuelino para completarlo con la simbología masónica.

Alejado de la majestuosidad de castillos imposibles y parques de ensueño se encuentra el Convento dos Capuchos. Camuflado entre árboles, arbustos y mucho musgo, las piedras de este edificio en ruinas se funden en completa armonía con la naturaleza en la zona más inhóspita de la villa de Sintra. Sus paredes y tejado están cubiertos de una frondosa vegetación, como si no se hubiese tocado desde que los últimos monjes franciscanos dejasen el lugar, a mediados del siglo XIX. Alejado también del bullicioso centro de la ciudad, el Palácio de Monserrate es una de las visitas imprescindibles de Sintra. Se construyó a mediados del siglo XIX y combina influencias góticas, indias y mudéjares, incorporando motivos exóticos y vegetales que se extienden de forma armónica hasta el exterior. Pese a todo, lo más impresionante es su jardín botánico, en el que conviven más de 3.000 especies de plantas exóticas.

Viajar a la villa de Sintra es acumular sensaciones y recuerdos imborrables. Pero lo más importante es tener la oportunidad de conocer un destino que acoge a todos sus visitantes con pasión, bajo la atenta mirada del poeta romántico inglés Lord Byron y la socarronería del millonario Carvalho Monteiro.

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