Crónica de un divorcio anunciado

El 'caso' Luis Rocafort fue la gota que colmó un vaso marcado por las discrepancias ideológicas, la falta de unión y la súbita espantada de Roberto Carlos Agís
De izqda. a dcha., Agís (Sanxenxo Pode), Otero (BNG), Pita (SAL) y González-Haba (PSOE)
photo_camera De izqda. a dcha., Agís (Sanxenxo Pode), Otero (BNG), Pita (SAL) y González-Haba (PSOE)

Pocos fueron los que apostaron por el futuro del cuatripartito de Sanxenxo. La solución política 'de urgencia' para arrebatar al PP la emblemática Alcaldía nacía con demasiado pegamento para sellar unas fisuras ideológicas más que evidentes, por más que los actores se empeñasen en aparentar lo contrario. El propio Gonzalo Pita (a la postre alcalde) reconocía, durante la escenificación del acuerdo, que "desde o inicio houbo algunha discrepancia, pero prevaleceu o interese por avanzar".

Y ese fue, precisamente, el mensaje lanzado durante los primeros nueve meses y tres semanas: "Un cambio que pedían os veciños", "queremos acabar co xeito de facer política do PP", "agora é o momento de traballar en equipo..." Palabras biensonantes hasta que, el 5 de abril de 2016, Roberto Carlos Agís se cansó de que ese equipo cojease, de que le hicieran la cama y de sentirse ninguneado por sus compañeros. Y no solo dio un portazo histórico, pasándose al 'lado oscuro' y reduciendo el Gobierno local a tripartito, sino que no dudó en agitar el látigo de la oposición sin contemplaciones.

Comenzó entonces una travesía en el desierto en la que Pita y los suyos veían cómo los torpedos de la pinza PP-Agís castigaban sin piedad su línea de flotación: primero tumbaron el presupuesto municipal, después forzaron la rebaja del IBI, luego arremetieron contra la inseguridad ciudadana... El desgaste en el último año fue más que evidente.

La gestión municipal fue capeando los reveses, con mejor o peor suerte para sus proyectos. Pero apareció el 'caso Luis Rocarfort', para muchos, un culebrón en toda regla.

Desde el minuto uno, la reforma del vial chocó con la opinión vecinal, que pedía más aparcamientos y aceras más acordes al entorno. Y el alcalde ejerció de tal y se puso de parte del pueblo. Pero la Deputación, responsable de la obra, se mantuvo en sus trece y no aceptó injerencias. Ni siquiera la del regidor, al que no recibieron en Montero Ríos para debatir el problema.

Esta intransigencia provocó el cisma definitivo: el divorcio que se venía cantando desde dos años antes. Los representantes de BNG y PSOE acataron las directrices de partido y dieron por buenos los argumentos de sus 'jefes' de la Deputación. Donde hay capitán, no manda marinero.

Pita, harto de tener que demostrar en cada pulso que su bíceps goza de buena salud, ha decidido cortar por lo sano y orientar la nave de SAL hacia el que apuntaba como su aliado natural: el PP. El propio alcalde reconoció, en una entrevista en Diario de Pontevedra, que ese acuerdo habría sido una realidad tras el 24M si se hubiese sentido más apoyado por la cúpula ‘popular’ y no solo por Telmo Martín. En el PP provincial, entonces, mandaba Rafael Louzán; ahora lo hace Alfonso Rueda, quien nunca ocultó que recuperar Sanxenxo era una de sus prioridades. ¿Blanco y en botella?

Pero el todavía alcalde y su más que posible sucesor, antes de hacerse la foto estrechando manos, aún deben limar asperezas, algunas de calado, como la Xerencia de Urbanismo, el botellón o la asistencia sanitaria.

La gran duda, ahora, es el papel que jugará Roberto Carlos Agís: ¿Seguirá ejerciendo de Torquemada con Pita o el liderazgo de Martín le animará a enterrar el hacha de guerra? El tiempo despejará la incógnita.

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