'Ramonita', la matrona marinense homenajeada en el Día de la Mujer

Su lucha, la igualdad, y su trinchera, los paritorios. Ayudó a miles de mujeres e hizo de la libertad su bandera. Así la recuerdan quienes la conocieron

Ramona Rodríguez Iglesias tenía la costumbre de no fichar durante los años en los que estuvo trabajando en el Hospital Provincial de Pontevedra. Cómo lo iba a hacer, ella, que llevaba años entrando y saliendo de centros hospitalarios sin tener que preocuparse de ese trámite. Cuando desembarcó en la capital provincial, ya llevaba muchos años de profesión y su contrato, antiquísimo, no recogía la obligación de fichar y le dotaba de una serie de beneficios, como el tener derecho a una cama en la que pernoctar, que fueron desapareciendo con el tiempo.

Ramonita, como todos la conocían, vivió adelantándose varias décadas a la suya. Nacida en el 36 pero con mentalidad del siglo XXI, dedicó su vida a su pasión, dejando en ridículo a aquellos que avogaban por mantener al sexo femenino pegado a la encimera. En Santiago de Compostela aprendió el oficio de enfermera, y en Madrid, el de matrona. Lo suyo eran los niños. Lo supo siempre y así lo compartió con su marido. Cuenta Mónica Viqueira, hija de ambos, que cuando se casaron "ya planeaban tener ocho". Al final, el matrimonio acabó con doce.

Vigo y Pontevedra fueron ciudades que la acogieron con gusto, pero Ramonita quería volver a Marín, donde dilató su carrera y ayudó a venir al mundo a varias generaciones. Los niños nacidos entre el 68 y el 80 en este rincón de O Morrazo lo hicieron a través de las manos de Ramona, que, con su antigüedad en el gremio, fue testigo de la transformación de la profesión, que cambió los cabeceros de las camas de matrimonio de las casas gallegas por las blancas habitaciones de los centros de salud y de los hospitales.

Al recordar a su madre, Mónica no puede evitar pronunciar varios adjetivos. Trabajadora y luchadora se llevan la palma. Pero también aparece la palabra inconformista. "Todos los que la conocieron lo saben", alega su hija, que recuerda que su madre aún tenía tiempo, entre ayudar a las mujeres a parir y cuidar de sus doce retoños, de pasarse por el Concello a dejar un escrito en el que reivindicaba lo mal que estaba una calle o lo sucia que tenían otra. Incluso actuó como trabajadora social, ayudando altruistamente a mujeres que no tenían recursos.

La mitología cuenta que la primera matrona de la que se tiene constancia fue la griega Agnódice, que en el siglo IV a.C. tuvo que disfrazarse de varón para poder estudiar Medicina. Un ramo de siglos después, Ramonita no tuvo que esconder su género para formarse, pero tuvo que soportar sobre sus hombros los estereotipos y roles heredados del pasado. Por suerte, su entereza y personalidad vencieron al machismo endémico. "Para mi madre, hombres y mujeres siempre fueron iguales. Así de claro", cuenta Mónica.

Ramonita era, pues, una mujer con muchas aristas. Era progresista de convicciones y conservadora de creencias. Mónica la recuerda "muy creyente", con una fe que, según su hija, "la ayudó a aguantar todo lo que aguantó". Luchó siempre, por ella, por sus hijos y por todas las mujeres. "Tenía un enorme sentido de la justicia", comenta Mónica.

Su madre es homenajeada este miércoles junto con Encarna López Fiaño, predecesora de Ramona Iglesias en el oficio, y Carmen Santos Aldao, otra de las matronas que tuvo Marín. "Son estos los ejemplos que hay que mostrar", declara Mónica, "porque muestran el día a día real de las mujeres gallegas, cómo vivieron y cómo salieron adelante".

Y es que la historia de Ramonita, aunque excepcional en su conjunto, tiene detalles que están escritos en la vida de todas las mujeres de Marín. Mujeres luchadoras, que constituyeron matriarcados en tiempos de hombres y que con sus oficios, como Ramonita, pusieron su grano de arena para hacer del empodeamiento de las mujeres una realidad. Esos avances que consiguieron en una lucha todavía sin acabar son su legado.

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