Esplendor y ocaso del Balneario de Vilagarcía, impulsado por dos caldenses

En los salones del establecimiento Concha de Arosa se celebraron conciertos de violín, animadas veladas, recitales poéticos, rifas de porcelanas de Sevres y combates de boxeo
El establecimiento, que contaba con 60 habitaciones, fue construido sobre el mar y asentado en unos pilotes de madera
photo_camera El establecimiento, que contaba con 60 habitaciones, fue construido sobre el mar y asentado en unos pilotes de madera

Además de haber servido de lugares donde escritores como Hermann Hesse se inspiraron para publicar un libro, en Baden-Baden (Alemania); o a Thomas Mann, en Davos (Suiza), los balnearios se convirtieron en el destino de una incipiente sociedad de consumo que buscaba entornos para disfrutar de unas vacaciones lejos de sus domicilios. También lo fueron los Pirineos franceses, la Costa Azul, Austria o Hungría. España no fue una excepción.

En 1883 fue creada la asociación Sociedad Gallega, con la finalidad de construir un balneario en Vilagarcía. Al frente del proyecto, y como socios mayoritarios, figuraban dos emprendedores vecinos de Caldas de Reis, los hermanos Laureano y José Salgado Rodríguez, que también participaron en otros proyectos industriales y de infraestructuras de gran envergadura en este municipio.

Se trataba de dotar a la ciudad de "un balneario o casa de baños de mar pues, aunque se encontraba emplazada en un lugar privilegiado para el veraneo, adonde acudían anualmente, en la época estival, gran cantidad de personas a disfrutar de sus maravillosas playas, no contaba con los servicios necesarios para atender debidamente a tantos veraneantes", argumentaban los promotores.

José Salgado presentó la solicitud ante el Concello de Vilagarcía. El proyecto fue redactado por el arquitecto Jenaro de la Fuente y Domínguez y su diseño no dejó indiferente a nadie, porque diseñó un edificio encima de la playa de A Concha, asentado sobre pilotes de madera, con un estilo similar a las construcciones de Vietnam, Camboya, Indonesia, Japón y otros países orientales.

Con una superficie de 2.652 metros cuadrados, de los que 189 estaban destinados a la sala de baile, estaba dividido en tres partes y a su interior se accedía a través de una pasarela de cemento y madera, mientras que el tejado estaba cubierto con planchas de zinc. Los baños se encontraban en los laterales y el agua se calentaba por medio de una máquina de vapor, mientras que una dinamo surtía de energía al edificio.

Disponía de 60 habitaciones, dotadas de jofaina de válvula, un espejo y colgadores, detalla la prensa de la época. El restaurante contaba con mesas de mármol, el salón tenía forma hexagonal, con divanes, cortinas, vidrieras y un piano. En su dotación también figuraba una sala de juegos, un gabinete de lecturas y un mirador.

Sesenta personas fueron invitadas a participar en su inauguración, celebrada en julio de 1888, entre las que figuraba Manuel Murguía, el marido de Rosalía de Castro, que pudo divisar la isla de Cortegada desde la amplia casa de planta baja, situada en Carril, en la que pasó algunos veranos. El menú que degustaron estuvo compuesto por platos de la cocina francesa y la velada finalizó con un baile que se prolongó hasta la madrugada. "Todas estuvieron hermosísimas, siendo obsequiadas, en los intermedios, con helados y dulces", escribe el cronista del acontecimiento social refiriéndose a las damas.

Bajo la dirección del doctor Roque Carús, el Balneario La Concha de Arosa era el lugar donde "el tiempo se deslizaba muy a gusto entre admirar las peripecias de los nadadores y nadadoras, ver cómo, cuánto y de qué manera se zambullían en el agua, sus disposiciones y elegancia en el traje, el modo de echarse la sábana y, en fin, esas nimiedades que desde la galería de la Concha de Arosa se precisan, detallan y comentan", relata un periodista en el año 1992 en una crónica publicada en el libro Caldas de Reis. Los hermanos Salgado y Murguía, escrito por Luis María Salgado Sáenz.

FIESTAS. Como era habitual en este tipo de establecimientos, los tratamientos se combinaban con la diversión y las fiestas eran un componente habitual del programa veraniego de los bañistas. La prensa de la época cita bailes andaluces, interpretaciones realizadas por un flautista de Cuenca, el concierto protagonizado por el violinista Isidro Puga, recitales poéticos, rifas de porcelanas de Sevres o la presencia de los periodistas que se encargaron de publicar la información relativa a la visita realizada a Vilagarcía por el rey Alfonso XIII; su madre, la reina regente María Cristina, y las infantas, en el yate Giralda.

Si las veladas eran animadas, las matinés y los cotillones resultaban agradables. "La colonia veraniega era muy numerosa y el hotel tenía una gran ocupación", señala el autor del libro. Con el paso de los años se fue ampliando el espectro social de los clientes, y llegaron los procedentes del interior de la provincia, "que entraban indecisos en el mar y hacían piruetas para vestirse y desvestirse sobre la arena", recuerda Luis María Salgado Sáenz.

El principio del fin del Balneario Concha de Arosa empezó a escribirse en el año 1912, cuando fue cedido al Club de Regatas Villagarcía. El salón se convirtió en un improvisado ring donde se disputaron combates de boxeo, y 40 años después sería demolido.

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