Adolfo Fojo Silva, el legado de un indiano

A pesar de haber contribuido en la construcción del Asilo de Caldas de Reis y de haber puesto en marcha una explotación agrícola y ganadera en la Granja Fontán, conocida hoy como Pazo de Baión, son escasas las referencias sobre Adolfo Fojo Silva

Renunció a ordenarse como sacerdote y emigró a Argentina. Sus vivencias posteriores pusieron de relieve el acierto de la decisión adoptada por Adolfo Fojo Silva, porque se convirtió en un indiano que hizo fortuna. Sin embargo, no por ello quedaron al margen sus creencias religiosas, que lo impulsaron a participar en la construcción del asilo de su pueblo natal, Caldas de Reis.

En el país sudamericano fue propietario de varias mansiones, alguna de las cuales se encontraba cerca de la Casa Rosada, además de grandes extensiones de tierra. Importaba telas, azafrán y especies de Oriente y las exportaba a varios países europeos.

Pero la fatalidad se cruzó por primera vez en su camino cuando le descubrieron un cáncer a su esposa, de nacionalidad alemana. Tratando de evitar el fatal destino, viajó con ella a varios hospitales de Alemania y a Suiza, donde prestigiosos especialistas no pudieron impedir su muerte.

Nacido en el año 1867, se convirtió en un viudo joven. No quiso regresar a Argentina; nombró a un administrador de sus negocios y puso sus ojos en una mujer 13 años más joven que él: Bernardina Colmeiro Rey. Antes de la boda, le regaló a su prometida varios estuches con joyas. Cada caja contenía collares de esmeraldas y rubíes, pendientes y pulseras.

Lo tuvo tan claro en el amor como en los negocios, y en la década de los años 30 le compró a Juan Nemopuceno, hijo del conde de Priegue, la Granja de Fontán, conocida con el nombre de Pazo de Baión, situada en el municipio de Vilanova de Arousa.

La finca, que tiene 30 hectáreas de extensión, llegó a contar con el doble de superficie, porque Adolfo Fojo también se hizo con la propiedad de los montes próximos. Buscó árboles por toda España. De la cantera salió la piedra con la que fueron construidos los muros, el establo del ganado y los postes de la plantación de vino, al igual que la casa de uno de sus descendientes, situada en Panxón.

En su garaje se resguardaba un Hispano con matrícula PO-171. La pasión de Adolfo Fojo era la granja, y su interés por mejorar los resultados de la explotación le llevó a realizar consultas con especialistas. En esa época está datada la construcción de la bodega.

De la actividad que se registraba queda constancia en este testimonio de Manuel Vázquez, que fue capataz de la finca. "Trabajaban 109 personas, de las cuales 59 se dedicaban al campo y 50 eran obreros de la construcción, entre canteros y carpinteros", señala.

Pero los resultados distaban de ser los mejores. "La finca era muy deficitaria, pues el maíz que se cosechaba, que era mucho, se gastaba con los criados y el ganado, y lo único que se vendía era el vino, y con dificultades porque resultaba bastante flojo y había mucha competencia", indica el historiador Xosé Lois Vila Fariña.

Con Bernardina Colmeiro distribuía su vida entre Baión y una casa en Málaga en los meses más duros del invierno, en la que Adolfo Fojo también puso en práctica su afición por la botánica.

LOS HIJOS. Y fueron naciendo sus tres hijos, de cuya educación se encargaban, en los primeros años, dos institutrices alemanas. Adolfo, el primogénito, estudió Medicina, Ciencias Económicas y Psiquiatría. Hablaba alemán, como sus hermanos María Teresa y Narciso, además de francés, inglés, italiano, español, portugués, ruso y español.

Pero Adolfo Fojo, que falleció con 60 años, no logró inculcar a sus descendientes su cariño por la Granja de Fontán. Su hijo mayor se estableció en Madrid, donde trabajó como jefe de traductores del Alto Estado Mayor del Ejército, y María Teresa, en Buenos Aires.

Bernardina Colmeiro entregó la granja a Narciso, más pendiente de la buena vida que de su gestión. Así comenzó su ocaso. Fue vendida a una empresa, que trató de recuperarla sin éxito, y pasó a las manos de un narcotraficante: Laureano Oubiña.

Su incautación judicial y subasta la puso en manos de la cooperativa Condes de Albarei, que la dedica a la producción vitivinícola, y está alcanzando el éxito que él no llegó a conseguir.

De "carácter íntegro y batallador, y espíritu fuerte y valeroso", calificó a Adolfo Fojo Silva el periódico Galicia Nueva.

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