Mario Gil: "Con 67 años ya no hay futuro"

El albergue de Cruz Roja de Vilagarcía figura en la ruta que hace Mario Gil buscando dónde dormir. Jesús Utrilla es un voluntario que presta ayuda a quienes más lo necesitan
Mario Gil, a la izquierda, acompañado por Jesús Utrilla
photo_camera Mario Gil, a la izquierda, acompañado por Jesús Utrilla

A Mario Gil Pires la vida le dio un vuelco en el año 1992, y desde entonces va de un lado para otro, primero trabajando y desde hace algún tiempo su prioridad es comer caliente y contar con un lugar donde dormir. Una vez jubilado, Jesús Utrilla Gómez decidió destinar una parte de sus tiempo libre a los demás. El punto del encuentro entre ambos es el albergue de Cruz Roja en Vilagarcía, donde el primero cuenta con una cama limpia y un lugar caliente, y el segundo es voluntario.

Mario Gil relata que tras la muerte de sus padres y la marcha de sus hermanos, uno a Alemania y el otro a O Alentejo, él también abandonó si localidad natal Abrantes, en Portugal. Ayamonte (Huelva) fue su primer destino, y siguió caminando. Pasó pro Sevilla e hizo un alto en Córdoba después de tres días en los que bebía agua, cuando encontraba una fuente, y no ingirió alimento alguno.

Mario Gil relata que una ambulancia lo trasladó a un hospital y después siguió camino hasta Cádiz, donde durmió varias noches en un parque, comiendo lo que encontraba. "Un hombre que pasaba por allí, y me dijo que era de Canarias, me pagó el billete", recuerda, y así pudo viajar hasta Logroño, donde vivió durante ocho años en los que trabajó en la vendimia.

"Trabajar por los demás es gratificante, y quizá no somos conscientes de que cualquier día pueden cambiar los papeles"


Cuando podía se desplazaba hasta Portugal, y después se ganó la vida en la recogida de la pera en Lérida. La fresa de Lepe (Huelva) fue su ocupación en marzo, y en agosto recogía patadas en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja). Durante más de seis años permaneció en un centro de acogida de Plasencia (Cáceres), donde se ocupaba de su mantenimiento como soldador.

La salud le jugó una mala pasada y se quedó sin un riñón. Desde entonces no trabaja y Ferrol fue su siguiente destino, donde está empadronado. Mientras espera empezar a cobrar una pensión, acude a los albergues de Cambados, O Grove, Vigo y Tui. El de Cruz Roja de Vilagarcía figura en su ruta. "Aquí encuentro descanso", comenta emocionado. "Me busco la vida, pero a los 67 años ya no hay futuro", lamenta.

Cuando pilotaba una moto en Gran Canaria, Jesús Utrilla, de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) sufrió un accidente. Una ambulancia de Cruz Roja lo trasladó hasta un hospital. Sucedió hace 40 años. Desde entonces afirma que tenía una deuda pendiente con esta organización, que paga gustoso acompañando a las personas que se encuentra en el asilo de Vilagarcía, además de encargarse de organizarlas sesiones de cine que se celebran en el albergue.

"Hacer cosas por los demás es gratificante", expone, La semana pasada, cuando salía del asilo en compañía de otros voluntarios que habían ayudado a varios de sus usuarios a desplazarse en sus sillas de ruedas, uno comentó que cualquier día podrían cambiar los papeles. "Quizá porque no lo vemos, no somos conscientes de eso", advierte.

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