Solo los más viejos del lugar -y puede que ni ellos- se acordarán de la última vez que sucedió algo semejante. El Izarra no tiró a puerta. Ni a palos, ni fuera de ellos. El Izarra tampoco tuvo ocasiones, ni en plural ni en singular. Uno intenta hacer memoria y se concentra intentando descifrar en qué consistía la oportunidad que, según Borja Jiménez, el colegiado invalidó. Y llega a pensar en un centro que Edu no ataja estorbado por un delantero. Un centro al área, una ocasión: un nuevo concepto.
Según esa regla de tres, el Pontevedra debío de rondar la veintena (o más) de situaciones de peligro. Y en realidad, en base a la dialéctica tradicional y a los valores históricos del fútbol, en su primer tiempo tuvo solo un par de ellas, poco claras, antes de que Dani Portela cambiase el curso de los acontecimientos con su gol en la última acción del primer tiempo.
El discurso de rueda de prensa de Borja Jiménez fue tan inexacto como infructuoso el dominio abrumador del Pontevedra en el primer tiempo. El once de Luisito se vio condenado a penetrar en las trincheras enemigas en busca del gol. Y casi se deja la vida en el intento. Durante todo el primer período dominó con claridad y apenas se vio inquietado por su adversario, pero fue incapaz de acercarse a saludar a Navarro.
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