Los propietarios de las reses muertas en Abadín cifran las pérdidas en alrededor de 24.000 euros

"As vacas e os tres becerros eran dos mellores e o touro pasaba dos mil quilos e daba moi bos xatos", lamenta José Luis Cortiñas sobre los animales de su explotación que fueron fulminados por un rayo
Las reses fallecidas en Abadín, junta al comedero alcanzado por un rayo
photo_camera Las reses fallecidas en Abadín, junta al comedero alcanzado por un rayo

Un día soleado y un ternero plácidamente acostado en el monte, al amparo de su madre. Podría parecer una imagen bucólica, pero nada más lejos de la realidad. La vaca junto a la que la cría se resguarda es una de las 13 reses fallecidas de forma fulminante en la madrugada del miércoles al jueves en la parroquia abadinesa de Labrada, víctimas de la fuerte tormenta eléctrica que afectó durante horas a la comarca chairega.

"É incrible, están os becerriños ao lado das súas nais", observa José Luis Cortiñas, el propietario de esta diezmada ganadería, contemplando impotente los daños sufridos en apenas un segundo. Y es que aunque sea difícil precisar qué ocurrió exactamente, se cree que un rayo descargó sobre uno de los comederos instalados en la finca, fulminando a todos los animales que se encontraban cerca: nueve vacas, la mayoría próximas al parto o con crías pequeñas, tres terneros y un toro, el único de una ganadería que rondaba el medio centenar de reses, 33 de las cuales se encontraban en los terrenos donde descargó la tormenta.

"O veterinario dixo que debeu ser a primeira hora da noite e que non se enteraran de nada", precisa Cortiñas, que estima que las pérdidas sufridas rondarán los 24.000 euros, "e se as tivese que comprar, non as compraría por eses cartos", asegura.

"As vacas eran das mellores, perdín tamén os tres mellores becerros e o touro debía pasar dos mil quilos e sacaba moi bos xatos", resume José Luis, a la espera de que un camión acudiese en la tarde del jueves a recoger los cadáveres con los que su mujer se encontró a primera hora de la mañana.

María José López, como suele hacer cada día –visitan la finca al menos tres veces por jornada–, se acercó en torno a las ocho de la mañana a ver a los animales, y de inmediato se percató de lo ocurrido, una pérdida que va mucho más allá de lo económico, ya que supone también perder el trabajo de varios años: "O touro era criado na casa, o último da súa raza, e agora os becerros están sin nai, teremos que intentar poñelos con outras vacas", apunta José Luis, que nunca antes se había enfrentado a nada igual.

"Estamos afeitos aos ataques do lobo, que van sobre todo a polos poldros –este año no han sufrido ninguno, pero antes sí tuvieron pérdidas por la acción de las alimañas–, pero algo así, só o vira na televisión", explica, mientras a su lado, los que son testigos de la tragedia no dejan de pronunciar expresiones con un sentir común: "Que duro é esto!".

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