Pablo Vázquez: "La mitad del fútbol está en la cabeza"

Su personalidad hace que pase siempre desapercibido porque nunca le ha gustado llamar la atención, pero por derecho propio forma parte de la leyenda del Pontevedra. No en vano es el segundo futbolista que más temporadas militó en el primer conjunto granate: doce. Solamente es superado por otro mito, Norat, que tiene una más
El exjugador del Pontevedra, Pablo Vázquez
photo_camera El exjugador del Pontevedra, Pablo Vázquez

PABLO VÁZQUEZ (Pontevedra, 1971) es un ejemplo, aunque no lo pretenda. Lo fue como futbolista y lo sigue siendo ahora, como profesor. Es una de esas personas que hacen grande al deporte y que dan sentido al mundo del fútbol. Sus 305 partidos con la camiseta del primer equipo granate le colocan en el selecto grupo de aquellos que sobreviven al paso del tiempo. Siempre fue un futbolista atípico y eso se nota. Supo que todo es relativo y por eso trató de mantener los pies en el suelo. Las lecciones que aprendió en una carrera que se vio cortada por las lesiones trata de aplicarlas como profesor en Las Doroteas.

¿Existe alguna semejanza entre un equipo y una clase?

Más de lo que parece. El fútbol es como la vida, pero va todo más rápido. Te enseña a mayor velocidad. Se parecen en que intentas sacar lo mejor de sus integrantes. Trabajas con personas, independientemente de su edad, que deben estar lo mejor posible para que su rendimiento sea el más elevado.

Siempre se ha dicho que hay diferencia entre un niño que practica deporte y otro que no lo hace, ¿realmente la hay?

El deporte ayuda al estudio porque ayuda a la formación como personas, convirtiéndolas en más extrovertidas y con unas normas sociales más estructuradas. Es muy importante como complemento a la educación, totalmente inseparable. Hay valores del deporte como el compañerismo, e incluso cierto nivel de competitividad, que se pueden trasladar a otros aspectos de la vida. El deporte te enseña a saber cuanto valen las cosas, porque hay una clara relación entre trabajo y éxito. Sabes que si no te esfuerzas, no consigues el triunfo. En educación sucede lo mismo. También te enseña a aceptar la derrota, a tolerar el fracaso, y eso también pasa en las aulas, porque hay niños que no toleran no llevar una nota exagerada. Siempre que el deporte esté bien gestionado es positivo para el niño. Otra cosa es que seamos obsesivos. Si hacemos deporte pensando exclusivamente en el resultado o en llegar a dedicarte profesionalmente a él estaremos fracasando, porque será frustrante para el chaval. Hay que hacerlo porque nos gusta y porque es bueno y lo que tenga que llegar, llegará. Hay mucho Messi frustrado, mucho Nadal… porque hay muchos padres que tienen la aspiración de que sus hijos vivan del deporte.

¿Es más un problema de los padres?

Es más de la sociedad. Los modelos que impone están lejos de lo normal, son excepciones y los niños ven al deportista y valoran lo que ven en los medios de información, el coche que tienen, el dinero, la casa, la fama… en vez de tener en cuenta solo los resultados deportivos. ¡Es un problema de la sociedad!

"Yo no hubiera sido la misma persona sin el deporte. Me cambió a todos los niveles. Me dio seguridad, autoconfianza..."

La semana pasada Santi Ferrer aseguraba en esta sección que la sociedad educa poco, pero sobre todo mal, ¿está de acuerdo?

Es que es así. Los referentes de los chavales son por lo que tienen, en vez de que por lo que hacen. Se fijan en Messi, en Cristiano o en los participantes de Gran Hermano y éstos están muy lejos de lo que debe ser el prototipo de persona. A pesar de eso, da gusto ver como los niños son capaces de olvidarse de esos ejemplos y ser simplemente niños.

Más de la mitad de su vida la ha dedicado al deporte, ¿qué le ha dado?

Yo no hubiera sido la misma persona sin el deporte. Me cambió a todos los niveles. Me dio autoconfianza, seguridad… Si soy así es porque hice deporte. He tenido la suerte de vivir de él, de hacer lo que me gustaba y de continuar vinculado a él.

Se retiró hace casi 14 años, ¿se sigue sintiendo futbolista?

(Con rotundidad) Sí. Lo que nunca me sentí es entrenador. De todo lo que he sido, lo único que no me sentido ha sido técnico. Siempre he pensado como futbolista porque detrás del futbolista hay una persona que tiene sus aficiones, sus gustos… Lo mejor del fútbol son los futbolistas. Muchas veces el futbolista tiene que ser egoísta, porque es a lo que le obliga el fútbol. Tienes que pensar en ti porque nadie lo hace. Mientras vales, eres muy bueno, y cuando dejas de valer tan solo un poquito, ya no cuentan contigo y te dan la patada. En el fútbol hay poca memoria, por eso el jugador tiene que aprovechar su momento, porque sabe que a la mínima le van a despachar. Un claro ejemplo de ello es lo que ha sucedido con Iker Casillas. Pasas de ser un dios a ser un villano.

¿La clave es saber que todo lo que sucede es relativo?

Lo que pasa es que es difícil mantener el equilibrio. Uno tiene que desarrollar su carrera preparándose para cuando se acabe, porque es un periodo de vida muy corto. Sin embargo, te sigues sintiendo futbolista porque es algo que te marca. Yo siempre tuve la sensación de que lo que hacía no era importante, aunque es cierto que he visto compañeros a los que había que abrirles las dos hojas de la puerta para que entraran (se ríe). Todo va con la educación de cada uno. Yo lo veía como algo normal.

"En el fútbol hay un gran componente de sufrimiento, que la gente no ve porque piensa que es todo salir a jugar"

Cuénteme secretos. De todos los entrenadores que ha tenido, que han sido muchos, ¿cuál le ha marcado más?

A nivel personal he tenido dos que han sido de los que más cosas he tomado, Rafa Sáez y Milucho (Belarmino Alonso). Han sido mis referentes en la vida después de mi familia. Me marcaron mucho. Deportivamente hablando, el mejor ha sido Antonio Gómez (entrenador del Pontevedra desde julio de 1993 a enero de 1996). Es el que más rendimiento me ha sacado, tanto a mí como al equipo.

¿Rafa Sáez y Milucho son tan especiales como dicen?

Sin duda. Ya no te hablo a nivel futbolístico, que también podría hacerlo. Tienen unas personalidades muy marcadas. Es gente que tiene algo distinto. Me cogieron en una edad en la que yo quería modelos y ellos lo fueron. Son personas muy grandes. Como entrenador en el Pontevedra, Rafa (Sáez) no tuvo suerte que merecía.

Hábleme de Antonio Gómez.

Fue muy novedoso. Entrenaba como se hace ahora, pero hace 20 años. Cambió muchas cosas. En aquella época se valoraban los entrenamientos basados en el atletismo y muy repetitivos y él introdujo un montón de cosas nuevas. Llegó con un método distinto. Era todo dinámico y variado. Pasabas de ir a entrenar de mala gana a querer ir siempre. ¡Te divertías!

¿Cuántas veces se ha acordado del partido de Soria (el 25 de junio de 1995 el Pontevedra no ascendió a Segunda A por perder ante el Numancia)?

Buff. ¡Todavía me acuerdo! Fue una oportunidad muy grande que no supimos ver. Es cierto que llegamos muy castigados físicamente. Tengo el recuerdo de que en el campo los del Numancia nos decían que nos estábamos jugando el ascenso y nosotros no reaccionábamos. No nos iban ni las piernas ni la cabeza.

¿El equipo no creyó en el ascenso?

Muy poco. Recuerdo que en el vestuario, antes del partido, Antonio (Gómez) nos comentó que tuviéramos cuidado con las tarjetas de cara a la siguiente temporada, lo que suponía darle poca relevancia al encuentro. Levanté la mano y le dije: "Míster, ¿y si ascendemos?" Y no me supo responder, porque era una hipótesis que creíamos que no se iba a producir, porque estábamos convencidos de que el Levante y el Écija no iban a empatar (si igualaban y el Pontevedra ganaba, ascendía). Me quedó cara de tonto. Fue una noche dura. Esa y la del partido ante el Levante en Valencia.

De los 305 partidos oficiales que ha jugado con el Pontevedra CF, ¿hay alguno que recuerde de manera especial?

El más dramático que disputé, que fue contra el Ourense (temporada 2000-2001), en el que nos jugábamos la permanencia. En febrero estábamos a ocho puntos de la salvación y todos nos daban por descendidos. Teníamos que empatar y fue una semana muy dura. Íbamos al campo con mucho miedo, pero recuerdo que en el calentamiento se me pasó todo. Aquella permanencia fue más importante que un ascenso.

"Rafa Sáez y Milucho han sido mis referentes en la vida después de mi familia. Me marcaron mucho"

Si Milucho no hubiera cogido el equipo en enero, ¿el descenso era inevitable?

Sí (con contundencia). ¡Seguro! Transformó el equipo. Nos cambió la mentalidad. Salimos de la zona de abajo a bofetadas. Nos convertimos en un equipo solidario, trabajador, agresivo… y todo fue gracias a él. Resolvimos la situación a base de lucha, pelea, entrega… Jugamos todos los partidos con el cuchillo entre los dientes.

Y de todos los partidos que ha disputado, ¿hay alguno que recuerde negativamente?

Mis dos primeros años en el primer equipo fueron muy malos. Me costó mucho. Al fútbol le debo hacerme fuerte. Yo soy una persona tímida y jugar en Pasarón ante tres mil personas me costaba mucho. La fe y la constancia doblegaron ese miedo.

¿Cómo se supera el miedo a no querer jugar en su propio campo?

Al final de mi segunda temporada valoré irme para ver si así relanzaba mi carrera y hubo dos personas que influyeron mucho en mí y me enorgullezco de decirlo porque fueron dos históricos del Pontevedra, Rafa Ceresuela y Martín-Esperanza, que eran directivos del club. Me dieron tres o cuatro consejos muy buenos y me animaron mucho. Me comí la cabeza todo el verano para intentar hacerme fuerte. La mitad del fútbol está en la cabeza. El difunto Héctor Rial decía que el fútbol era cabeza y tenía razón.

Esa frase de Héctor Rial se puede aplicar a muchos aspectos de la vida.

Yo creo que a todos. Si no crees en ti mismo lo tienes complicado para conseguir los objetivos. Te pueden ayudar puntualmente, pero es imprescindible que uno crea en lo que hace.

¿Qué le dijeron dos mitos como Ceresuela y Martín?

Más que acordarme de algo concreto fue la conversación, el tono de la misma, la manera de hablar sobre la gente y el montón de anécdotas que me dijeron. Esa charla me reforzó y salí decidido a quedarme. Después llegó Antonio (Gómez) y ya todo fue rodado. Me iba dando cuenta de que jugaba para hacer cosas, quería más el balón, destacar…. Fue un proceso mental que me llevó a eso.

Usted vivió la cara amarga del deporte, las lesiones, ya que sufrió varias graves. ¿Cuando uno se rompe es cuando le entran las dudas?

En mi caso no. Fui fuerte, porque es cierto que en mi carrera tuve problemas serios. Mi segundo año de juvenil lo pasé prácticamente en blanco porque cogí varicela, hepatitis y mononucleosis. La semana que iba a subir al primer equipo me rompieron el peroné y los ligamentos del tobillo, pero siempre salí reforzado de las lesiones. Siempre acorté los plazos de baja, exceptuando mi última temporada, porque jugué los último seis meses de mi carrera con el ligamento cruzado roto. No sabía lo que era jugar sin dolor, y eso hizo que cuando me retiré no echara de menos el fútbol.

Escuchándole me viene a la cabeza Rafa Nadal, que hace años reconoció que no sabía lo que era jugar sin dolor, ¿cómo se soporta eso?

Al final te acostumbras. Se hace duro, porque el día que no me dolía era como una fiesta. Te va castigando porque tienes que tomar mucha medicación. Llega un momento en que no disfrutas.

Para terminar déjeme preguntarle por otra curiosidad. Teniendo en cuenta que ha sufrido varias lesiones graves, que ha sentido siempre los colores y sus problemas en sus dos primeras temporadas como jugador del Pontevedra, me da la sensación de que el fútbol le ha hecho llorar mucho, ¿estoy en lo cierto?

(Se sonríe). En una carrera deportiva larga pasas más malos momentos que días de gloria. Además, aquí, durante muchos años, no se cumplieron los objetivos, porque éramos siempre favoritos para el ascenso independientemente del equipo que tuviéramos. Muchas veces esa exigencia no estaba acorde con el equipo y eso es duro. Tenía una sensación de fracaso. A nivel personal las lesiones me hicieron llorar, revelarme y, sobre todo, sufrir, porque en el fútbol hay un gran componente de sufrimiento, que es algo que la gente no ve porque piensa que es todo salir a jugar y divertirte, y detrás de eso hay muchos momentos duros, de privaciones...

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