La tortuosa batalla durante doce años de «una niña muy feliz»

La madre de Andrea narró en la revista Interviú cómo fue su vida

A pesar del desenlace, la historia de Andrea es una historia de amor. Confluyen emociones encontradas en la biografía que Estela traza de su hija en el reportaje publicado el lunes por Interviú, fruto agridulce del combate entre la búsqueda de la felicidad —el derecho legítimo de todo niño— y la adversidad, que se cebó en la familia de todas las formas posibles.

Desde su misma concepción, la vida de Andrea no ha sido un camino fácil. Con apenas 20 años, Estela tuvo que luchar en dos frentes por tener a la pequeña. El primero, levantado por el padre biológico de Andrea, que la repudió y llegó a sugerir que la mejor salida para el asunto era el aborto. El segundo llegó desde el consejo médico, que alertaba de que este iba a ser un embarazo de riesgo. En efecto, el parto fue traumático, a las 34 semanas de gestación, con cesárea de urgencia y sufrimiento fetal. Sin embargo, contra viento y marea, Andrea conquistó su primera victoria y sobrevivió.

Pero la naturaleza solo concedió ocho meses de tregua a la pequeña y su madre, que debía apoyarse en los abuelos de la niña para mantener su precaria economía. Por fortuna, con un año de vida, el destino le regalaría a Andrea un padre ‘legítimo’ que la adora: Antonio Lago, natural de Boiro, municipio cercano a Noia, y que no dudó en transmitirle sus apellidos y sus afectos. Por entonces, el mal ya había hecho acto de presencia. Andrea nunca llegaría a andar o a hablar. La afrenta de la enfermedad es tal que ni la ciencia pudo ponerle nombre. Solo fechas, a cada cual más terrible: un año y medio de esperanza de vida. Cinco años. Una incógnita perpetua y desoladora que la familia afrontó como un reto en el que superar los plazos marcados y, a la vez, tratar de conseguir la mejor de las vidas posibles.

Actividades cotidianas como ir al colegio se tornan batallas titánicas, acrecentadas por las dificultades financieras. La crisis derribó sin piedad la cervecería que Antonio y Estela abrieron para garantizar su futuro común. Sin dinero, la lucha fue más ardua.

Tan solo hace un mes que Estela encontró trabajo en la lonja de Noia, mientras que Antonio sigue en paro. En paralelo, la fatiga y el dolor fueron ganando terreno. «Ya no puede más», se rinde Estela. Andrea, la campeona contra todo, yace exhausta en su foto más reciente, a la espera de despedirse de sus padres. Su madre no duda del resultado de la contienda. «Ha sido una niña muy feliz», dice.

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