Las dos décadas de la embajadora sanxenxina

El 30 de abril de 1995 comenzó la 'convivencia' entre la cima del Corbeiro, la emblemática roca situada a pocos metros de la orilla de la playa de Silgar, y el símbolo más representativo de la villa turística de O Salnés. El diseño de la Madama, realizado por el escultor de Vilalonga Alfonso Vilar, y su posterior colocación costaron al Gobierno municipal de la época, liderado por José Luis Rodríguez Lorenzo, cerca de ocho millones de las antiguas pesetas. Dos décadas después, la figura continúa siendo el emblema que mejor identifican los turistas y visitantes
Aspecto que presenta en la actualidad la escultura realizada por el creador de Vilalonga Alfonso Vilar, fallecido a principios de 2011
photo_camera Aspecto que presenta en la actualidad la escultura realizada por el creador de Vilalonga Alfonso Vilar, fallecido a principios de 2011

"Gracias al arte y a la generosidad de Alfonso Vilar, esta escultura singular será la embajadora simbólica de Sanxenxo, capital turística de Galicia, que a partir de ahora estará representada por la Madama de Silgar". Con estas palabras, el entonces alcalde, José Luis Rodríguez Lorenzo, presentaba en sociedad a la que se acabaría convirtiendo en la joya de la corona de la localidad. Era el 30 de abril de 1995. Esa fue la fecha elegida por el Concello para colocar en la cima del Corbeiro, la enorme roca situada a pocos metros de la orilla de la céntrica playa urbana, la que a día de hoy es la gran imagen de marca del municipio.

Para las generaciones más jóvenes de Sanxenxo probablemente resulte complicado imaginar un Corbeiro sin Madama. En ese sentido, las palabras pronunciadas por el hoy concelleiro de Medio Ambiente e Servizos Municipais fueron premonitorias. Y es que antes de que Vilar diese vida a la Madama no existía en la villa ninguna otra figura cuya presencia se asociase tan rápidamente a su idiosincrasia turística. Veinte años después de su presentación en sociedad, la Madama no necesita moverse de su particular pedestal para ejercer de embajadora local, tal y como vaticinó Rodríguez Lorenzo a mediados de los 90.

Tanto la construcción como la inauguración de la estatua estuvieron plagadas de curiosidades y anécdotas. El creador de la figura, Alfonso Vilar Lamelas, había reconocido en más de una ocasión que le gustaría dar vida a una figura que pudiese ser colocada en lo más alto del Corbeiro. El escultor de Vilalonga, fallecido a principios de 2011, no era el único que fantaseaba con esta posibilidad. El propio Ayuntamiento ya se había planteado esta opción anteriormente. El Gobierno municipal dirigido por el ‘popular’ Elisardo Balboa trató a principios de aquella década de impulsar la colocación de una fuente luminosa sobre la emblemática roca. No obstante, ese proyecto nunca llegó a hacerse realidad.

Con el paso de los años surgieron otras iniciativas y propuestas realizadas por particulares. Un veraneante, Manuel Morán, ofreció en su día donar un cruceiro de su propiedad para que se emplazase en lo más alto del Corbeiro. Manuel Camiña, vecino del municipio, propuso construir una réplica de la sirenita de Copenhague. Al final prevaleció el deseo de Vilar Lamelas de dejar un legado imborrable que sirviese para que Sanxenxo contase con un sello de identidad único.

Los orígenes. La Comisión de Urbanismo aprobó el expediente correspondiente a "la creación de un símbolo de identificación del municipio de Sanxenxo" en octubre de 1994. A principios del año siguiente la Corporación dio luz verde a esta actuación, cuyo presupuesto total, que incluía tanto su construcción como los trabajos de instalación, rondó los 48.000 euros (unos ocho millones de las antiguas pesetas aproximadamente. Para entonces, Alfonso Vilar ya llevaba varios meses trabajando en la Madama, que no sería bautizada hasta pocas semanas antes de su presentación en sociedad.

El Pleno refrendó su respaldo a la colocación de la Madama en enero de 1995, después de que el Concello obtuviese el visto bueno de la Dirección General de Costas del Estado. Según refleja el acta de aquella sesión, ningún grupo se opuso a la actuación. Tan solo se abstuvieron dos concejales del BNG y de CNG. No obstante, el proyecto contaba con detractores. Un grupo de vecinos envió un escrito al Ministerio de Medio Ambiente para tratar de evitar que el Corbeiro fuese ocupado por la estatua, al considerar que la roca formaba parte del hábitat natural de varias especies marinas y de aves, y que la colocación de la figura alteraría ese ecosistema.

Esas protestas cayeron en saco roto. El 20 de abril de 1995, una enorme grúa se encargó de transportar la Madama desde el puerto de Portonovo hasta el Corbeiro. La actuación fue seguida con interés por numerosos curiosos desde uno de los extremos del Paseo de Silgar. Debido a su enorme peso (más de seis toneladas), Alfonso Vilar reforzó la base de la figura instalando en su interior varias barras de hierro, a fin de lograr que la mole pudiese soportar los envites del mar en épocas de temporal. Varios operarios se afanaron en soldarla a la superficie de la roca. Además, también se utilizó una cola especial para reforzar la instalación.

La colocación de la estatua precisó de dos intentonas. Su inauguración estaba prevista para el 19 de abril. Sin embargo, las condiciones meteorológicas obligaron a retrasar un día los trabajos. "El mar estaba demasiado revuelto", recuerda hoy José Luis Rodríguez. Además, el enorme peso de la Madama era una dificultad añadida. "En un primer momento se intentó instalar desde un barco, pero al final hubo que utilizar una grúa", rememora el exregidor, que guarda decenas de instantáneas de aquella histórica jornada.

La estatua había permanecido durante dos noches guardada en la dársena de Portonovo. El hecho de que estuviese totalmente cubierta por una lona de plástico, que no se retiró hasta que ya estuvo sobre la roca, sirvió para crear una enorme expectación en la villa.

¿QUIÉN ES LA MADAMA? Vilar Lamelas se inspiró en una enigmática mujer, una vecina de Vilalonga, para dar vida a su obra más conocida. Colaboradores y políticos de la época aseguran que la recreación es exacta. Sin embargo, la identidad de la misteriosa modelo nunca se dio a conocer.

El escultor precisó de varios meses para dar vida a la figura. En aquel momento contaba con 67 años, edad suficiente para jubilarse. Sin embargo, su afán por hacer realidad su viejo sueño de poder decorar el Corbeiro le hizo trabajar con la ilusión propia de un principiante. Al final, su obra acabó siendo más grande de lo esperado (unos siete metros de altura, cuando el proyecto inicial indicaba que serían cinco). Ese desfase acabó siendo un acierto, ya que la Madama parece mucho más pequeña de lo que en realidad es cuando se contempla desde tierra firme.

El ‘bautizo’ oficial de la estatua corrió a cargo del Concello. Para entonces, Vilar ya había cedido todos los derechos de explotación de imagen de la figura a la Administración sanxenxina. El Gobierno local consultó a varios catedráticos e historiadores antes de tomar una decisión. El hecho de que el término ‘madama’ haga referencia a la creencia popular que defiende la existencia en el pasado de mujeres hermosas y mitológicas, que acostumbraban a peinar sus cabellos en las noches de plenilunio, fue una de las razones por las que finalmente se eligió el nombre de Madama de Silgar.

Las ‘madamas’ están relacionadas con la noche, la luna y el mundo marítimo, de ahí que la figura represente a una mujer sosteniendo en sus brazos una enorme caracola. Su enorme melena acaba en forma de uve, la singular firma de su creador.

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