Panga: tranquilidad para el bolsillo, alerta para la salud

Los filetes se congelan individualmente a una temperatura de -40 grados (Foto: World of Pangasius)
photo_camera Los filetes se congelan individualmente a una temperatura de -40 grados (Foto: World of Pangasius)

La alerta sobre el panga saltó a mediados de julio. Ante las repetidas denuncias de la Cooperativa de Armadores de Vigo y otras asociaciones del sector pesquero gallego, el periódico El Correo Gallego decidía enviar a Anfaco-Cecopesca, laboratorio de referencia de Galicia, muestras de este pescado para su análisis. El laboratorio concluyó que en 6 de las 8 muestras – adquiridas en diferentes supermercados vigueses- había presencia de listeria monocytogenes, bacilo causante de la listeriosis. En una de ellas encontraron además restos de la bacteria portadora del cólera -Vibrio cholerae - .

La preocupación fue en aumento al recordar la denuncia que semanas antes había hecho Alberto Núñez Feijóo ante la conselleira de Pesca, Carmen Gallego. Sirviendo panga en los comedores de los colegios, hospitales y residencias geriátrias gallegas, se quejaba el presidente del PPdeG, no ayudamos al sector pesquero gallego a superar la crisis.

La cuestión saltaba ahora a la arena sanitaria. Por qué se permitía la circulación de este pescado, qué tipo de controles pasabay, sobre todo, ¿era de confianza para consumir?

Otros males
Contaminado o no, el panga adolece además de carencias nutricionales. Javier Ojeda, gerente de la Asociación Empresarial de Productores de Cultivos Marinos (APROMAR) sostiene que “no contiene en cantidades significativas aceites Omega 3 ni otros nutrientes esenciales que sí están presentes en los pescados tradicionalmente comercializados en España, tanto de acuicultura como de captura”. Esto, unido a la falta de proteínas, lo convertiría en un pescado de un valor alimenticio casi nulo.

El secretario xeral de la Federación Galega de Confrarías, Xoan López, habla del panga como “el ejemplo exagerado de los males de la importación de pescado a Galicia”. Representa, dice, una competencia a dos niveles: la directa, frente a unos productos con “calidad contratastada y demostrada sanitariamente, como son los de aquí”; y la competencia desleal que ejercen estos tipos de cultivos masivos.

Durante la huelga del pasado mes de junio las cofradías no dudaban en señalar con el dedo a sus enemigos. Merluza traída de Chile, Namibia, Argentina o Boston; además del panga. De peor calidad, afirman, pero que por sus bajos precios tiene más éxito en el mercado. Las ventas bajan y el combustible sube, combinación que obliga a espaciar cada vez más los viajes de los buques gallegos al Gran Sol.

Para más inri, apunta López, el problema “no es sólo la competencia que representa para el sector extractivo”, sino que se trata “de un grave atentado para los consumidores”, a los que se les ofrece un “producto hecho casi en probeta”, “un chicle en forma de carne masticable”.

Un pez del que falta información básica. No se sabe “los antibióticos, anticancerígenos - y cancerígenos también- con los que se les alimenta. Una serie de porquerías que da asco pensarlas”, resalta Xoan López. “Habría que preguntarles a las grandes áreas comerciales dónde y cómo consiguen este producto”, señala.

Tiempo de exigencias

No es un problema nuevo, aunque se haya hecho llamativo ahora, continúa López. Por eso, surgen ahora las exigencias. La Federación de Cofradías exige  un etiquetado claro, que indique que se trata de un pez de acuicultura, criado en aguas dulces y que ha sido congelado - por lo tanto no es fresco-.Como segundo paso, dar publicidad al control sanitario que hace de los gallegos productos de calidad; un control sanitario que además, y como tercera medida, hay que reforzar, dicen.

Con respecto a estos últimos puntos, Sanidade responde que en este caso el control es responsabilidad del Servicio de Sanidad Exterior, dependiente del Ministerio de Sanidad y Consumo, al tratarse de una importación procedente de un país extracomunitario. Es tarea de la Consellería tan sólo el control de mercados, de la lonja y de la industria, garantizando la correcta manipulación de los alimentos, así como la inspección y análisis microbiológicos en los puestos de venta.

Reiteran que el consumo de panga no representa ningún peligro para la salud pública, ni es contrario a la legislación europea de seguridad alimentaria, de la cual pasa todos los raseros. Lo fundamental es no consumir el pescado crudo, ya que la cocción a altas temperaturas elimina cualquier resto de bacterias. Los expertos corroboran esta solución, aunque resaltan que, si bien la normativa comunitaria habla de “cantidades aceptables”de microorganismos presentes en los alimentos, en el caso de la listeria y el cólera, lo preferible sería la ausencia total.

Las responsabilidades en el problema panga parecen tan escurridizas como el propio pez. Del consumidor al comerciante, de la pequeña tienda a la gran superficie, de la Consellería al Ministerio y de allí a la Unión Europea.

Un asunto que podría ser tan sólo la punta de un iceberg de problemas que empezó en los transgénicos y cuyo último capítulo apunta a la comercialización de la perca del río Nilo como mero español. Para algunos el frío que alimenta este bloque de hielo tiene nombre: globalización.

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