Desde Lores para el mundo

Yo he visto bicicletas colgadas de farolas en una ciudad donde las calles gimotean por falta de puestos de trabajo. He paseado por avenidas donde los carteles de “se vende”, “se alquila” o “cerrado por derribo” son los mantras cabizbajos de unos comerciantes que no se han podido resistir a la cerradura. Dicen que el Sr. Lores se siente glorioso y triunfal (espero que no sea por lo mencionado anteriormente): Festa Pirata, Feira franca, SantaKata, Peñas… todo esto está muy bien y ventea, pero, yo sólo diré que una ciudad suele perdurar y medrar gracias a los puestos de trabajo que pueda ofrecer, y no sólo de toda juerga que salga de la camisa vivaracha del alcalde Lores. La oposición debiera poner esto sobre la mesa: una ciudad no sólo es peatonalización y festejos de 12 meses 12 causas; una ciudad próspera debe procurar que sus ciudadanos puedan vivir de algo, y no -a secas- observar cómo pasan por delante de sus narices hogazas, birras y elegías. A mí no me importa si el señor Lores es un profeta –que así le calificó el bueno de Rodrigo Cota en su día- porque las profecías no pagan facturas y porque, aunque semeje sorpresivo, en Pontevedra también residen personas que nada tienen que ver con el funcionariado. “La bendición” de Lores basada en un modelo meramente urbanístico le ha hecho olvidar que no sólo con esto puede resistir uno en el cargo. Damos por sentado que Lores es intocable –tal vez lo sea-, que no existe oposición que le tosa al bastón de mando, pero yo también doy por sentado que la crisis aprieta, que el paro suma y sigue, y que al final, no tanto la oposición como la necesidad de la ciudadanía por un cambio imperioso, hará de Lores un profeta, sí, pero uno de aquellos profetas de la “Vida de Brain”, que más que soluciones emitían desesperanzas. Todos somos en cierto modo responsables de que se promulgue la andrajosa filosofía del “pan y circo”, somos culpables de omisión, menos el PSOE y su líder Antón Louro, que ampara y amamanta las visiones marianas del guía Lores, y que cuando ve que su compañero se viene abajo le indica con suma suavidad: “Tranquilo, Miguel Anxo, siempre nos quedará Bruselas”. Es hora de descolgar las bicis y demandar a nuestros gobernantes los derechos del ciudadano medio, ése que ha tenido que abandonar su ciudad natal para buscarse la vida lejos, muy lejos... No vale como disculpa decir que esta ciudad es una ciudad dormitorio, de burócratas, de personas que trabajan en Vigo y que cabecean en Pontevedra. Esta ciudad puede y debe ser algo más que un páramo remoto, aunque nos pongan “ornamentos modernistas” por toda la ciudad, por mucho que Lores no sea consciente de que las revoluciones se producen en callejones sin salida y cuando no queda más salida que llevarlas a cabo.

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