Opinión

El cornezuelo del centeno

VAMOS A dejarlo claro: usted no sabe qué es el cornezuelo del centeno. Ni yo tampoco. No lo sabe nadie, solo la wikipedia. Hay cosas que solo sabe la wikipedia y permanecen en la ignorancia para el resto de los seres vivos (la wikipedia es un ser vivo, por si no lo sabía). Cómo han llegado esos conocimientos a la wikipedia, eso ya es otra cosa, un misterio concretamente.

Es como, por ejemplo, el procés: nadie sabe qué es, exactamente. Ni siquiera quienes lo llevan adelante saben a ciencia cierta qué es, ni en que va a dar, ni para qué sirve. En principio se trata de que sirva para obtener la independencia de Catalunya, aunque eso sea un disparate jurídico tal y como hoy están las leyes. Luego, y ahí está el queso, se trata de conseguir más votos en la siguiente convocatoria electoral. Por eso se han apuntado a él un grupo heterogéneo de partidos. Algunos, como la antigua CIU (hay que tener suerte para saber cómo se llama ahora) jamás habían sido independentistas, pero se trata de no perder comba en la lotería de votos. Los de la CUP nunca se vieron en otra: tienen la sartén por el mango y anda a sartenazos a diestra y siniestra. Me recuerdan un amigo con el que jugaba de crío a las canicas. Antes del turno del contrario, tenías que apresurarte a gritar una orden de obligado cumplimiento para entorpecer su acierto. Mi amigo, cada vez que le tocaba y antes de que yo dijese nada, vociferaba: "¡Como quiera y quiera!". No sé el por qué de la reiteración, sería por el ritmo de la frase. El caso es que así están los de la CUP, marcando el "como quiera y quiera" ante cualquier movimiento de los otros. No está tan claro que la bola acabe en el guá de CUP, sin embargo. Ciudadanos se alinea con el PP ma non troppo, no vaya a volverse indistinguible de este (más aún, es decir). Y PSOE y Podemos (En Comú Podem) prueban varias modalidades de vivir sin vivir en ellos mismos. Intentan la equidistancia del propio concepto de equidistancia, que es la quinta esencia de la inconcreción y el sumum de lo ambiguo.

El cornezuelo, vayamos a lo relevante, es un hongo parásito que consta de más de cincuenta especies. Ahí hay jugo para regresar a la vida política, pero vamos a pasar, de momento. El efecto del hongo sobre el centeno u otros cereales es la reducción de la producción en calidad y cantidad de grano y heno. Si esas cosechas terminan alimentando el ganado, este puede sufrir una enfermedad llamada ergotismo. En resumidas cuentas: el cornezuelo tiene un nombre muy simpático pero es malo como una peste, ya que es una peste o un cierto tipo de peste. Y aquí sí que hay que saltar a la esfera pública porque me han venido a la mente dos efigies: el rostro rubicundo y frívolo de Donald Trump y las mejillas mofletudas de Kim Jong-Un. Son asociaciones de ideas que hace la mente ella sola, sin uno proponérselo, por lo que uno no es culpable de tales asociaciones.

Como se está viendo, el cornezuelo del centeno, ese gran desconocido, ofrece todo tipo de explicaciones, aproximaciones metafóricas y chascarrilos varios con relación a la situación que nos asola políticamente hablando y eso que se trata de un hongo con muy poco glamur y nula presencia mediática. Abstinente de Twitter y sin página de Facebook y seguramente sin cuenta en Instagram.

Ya si les digo que los experimentos de Albert Hofmann con el cornezuelo lo llevaron a descubrir la dietilamida del ácido lisérgico, más conocido como LSD, me dirán ustedes que el círculo se cierra. O que todo cuadra.

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