Opinión

Los toros y el arzobispo Malvar

CONVULSO FUE el breve pontificado bonaerense del obispo Malvar en su relación con dos destacados miembros de la sociedad porteña: el virrey y el cabildo catedralicio. Tensas también fueron sus posteriores relaciones con el cabildo compostelano. Tres fueron los principales caballos de batalla del conflicto platense: la potenciación de los ejercicios espirituales, la persecución del juego y la oposición a las corridas de toros.

Según la profesora Bettina Sidy en la diversión de toros en Buenos Aires..., la tradición taurina en la capital del Plata se inicia en 1690. Ampliadas en muchos casos hasta seis, tres eran las corridas que solían celebrarse al año por San Martín de Tours. A ellas se unían las realizadas ante algún acontecimiento de la Casa Real, la llegada de un gobernante, u otros eventos de similar envergadura. La situación sufre una radical modificación en 1780 con el virrey Juan José de Vertiz, un criollo de ideas progresistas. En diciembre de ese año dispone la realización de corridas de toros todos los días feriados en el período comprendido entre la festividad de San Martín y carnaval.

La medida mereció la frontal oposición del obispo Malvar, nombrado para el cargo en diciembre de 1777. Aunque él era de forma manifiesta conservador, su pensamiento estaba en línea con el de la mayoría de los ilustrados españoles del momento, opuestos de forma clara a la "agitación de los toros". A partir de entonces se inicia un pulso entre las autoridades civiles rioplatenses y el franciscano de Salcedo. El obispo Malvar llega a invocar la bula "de salutis gregis dominicie" de Pio V por la cual se excomulgaba "ipso facto incurrenda" a los practicantes de la, por la Iglesia, considerada "torpe y cruenta" práctica. Dentro de la polémica, llamativos resultan argumentos vertidos por el religioso, caso del siguiente: "...en los días de Toros se practica por la noche la abominable corruptela de uno, que llaman paseo por la Plaza de los Toros. A este genero de libertinaje concurren las mugeres de Tapado y los hombres de Rebozo: de que se siguen los mayores perjuicios a los padres de familia que suelen perder las hijas y los maridos las mujeres. Causa tanto daño aquel paseo, como causaron en esta ciudad las máscaras. Desde aquella infeliz época tomaron principio los divorcios en Buenos Aires...". A primera vista, excesivas podrían parecer hoy en día esas palabras. Pero si hacemos caso al dicho popular, algo debe tener el vino cuando lo bendicen. De seguir al profesor Juan Carlos Garavaglia en "Del Corpus a los toros...", la calle de toriles de la primigenia plaza de toros de Buenos Aires, situada en la plaza de Monserrat, era conocida como El callejón del pecado

El conflicto fue zanjado provisionalmente en diciembre de 1782 con una salomónica Real Cédula de Carlos III. Por un lado accedía a la pretensión del virrey, pero tenía en cuenta la propuesta del obispo de prohibir los toros los días festivos de riguroso precepto. Aunque Malvar y Pinto abandonó Buenos Aires en febrero de 1784 rumbo al arzobispado de Compostela, la controversia rebrotó de nuevo. Con el proceso independentista sufrió un viraje, al identificar sus líderes a los toros con colonialismo.

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