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Villares lidera una cáscara casi vacía

La inhibición de EU y la mayoría de Podemos junto con la división de Anova permiten al juez en excedencia mantenerse de portavoz, pero el espíritu unitario de En Marea languidece

LA SEGUNDA fuerza política de Galicia en número de votos nunca había tenido dificultades hasta este sábado para llenar la sala principal del palacio de congresos de Santiago en la reunión de su máximo órgano soberano, bien fuese un congreso cuando esa posición la ocupaba el PSdeG-PSOE, bien fuese una asamblea cuando la tenía el BNG. En cambio, a En Marea se le quedó muy grande ese espacio, el escenario de la mayoría de los cónclaves de las fuerzas políticas de los últimos lustros, allí donde, por ejemplo, Feijóo tomó el relevo de Fraga en el PP, donde Beiras fue apartado de la portavocía nacional del Bloque o donde Pachi Vázquez derrotó a Elena Espinosa y con ella, a José Blanco.

Las más de mil butacas de la sala principal constituían un espacio inmenso para la En Marea de este sábado. Por la mañana los algo menos de quinientos asistentes usaron solo las primeras filas. Como por la tarde había allí un acto de licenciatura, se metieron en una sala pequeña, que les llegaba, aunque fuese a duras penas. Ese es otro espacio con historia pues fue en el que en 2012 se materializó la primera escisión relevante del BNG, la del Encontro Irmandiño de Beiras, quien hábilmente provocó que se aprobase por aclamación, de manera que no se contasen los votos y se viese los pocos que eran.

Este sábado la cuestión del aforo no era un simple asunto logístico, sino político, pues lo que se celebraba era la reunión magna de una fuerza política que recibió hace menos de un año 273.523 votos, que le permitieron adelantar al PSdeG en sufragios, aunque empatasen en escaños. Las quinientas personas que congregó En Marea apenas suponen el 0,2% del electorado y, lo que resulta realmente relevante, representan menos de una cuarta parte de su militancia.

La clave reside precisamente en esas tres cuartas partes de ausentes, no solo porque entre ellos estaban los alcaldes de A Coruña y Santiago, así como las líderes de Podemos y Esquerda Unida, sino porque condicionaron el resultado de las votaciones, pues permitieron la clara aunque ajustada victoria que el juez en excedencia Luís Villares y sus partidarios consiguieron en todas las votaciones disputadas. Lo hicieron gracias a un movilizado y reducido ejército de algo menos de 250 fieles.

Villares ganó la asamblea de este sábado con el apoyo de la mayor parte del nacionalismo de En Marea, compuesta por la Cerna de López Rico y la tránsfuga Consuelo Martínez, el Foro Galego de Carlos Aymerich y un sector de Anova, encabezado por el exalcalde de Manzaneda, así como de algún otro grupúsculo. Villares se impuso al llamado sector de los mestizos, que este sábado juntó a solo 200 defensores del proyecto original de En Marea como la fusión del nacionalismo de Beiras y las sucursales gallegas de Podemos e Izquierda Unida. Es la rama del sector oficial de Anova, el de Antón Sánchez y Beiras, de un segmento minoritario de Podemos y diversas mareas locales.

Además de los desmoralizados por tanta división y maniobras, los ausentes forman parte en su gran mayoría del tercero de los mundos de ese caótico universo difícilmente descifrable en el que se ha convertido En Marea. Es el que se puede llamar el UPdeG, que serían las siglas de Unidos Podemos de Galicia, las que designan a los seguidores gallegos de Pablo Iglesias y Alberto Garzón. Dentro de su proyecto subordinado a Madrid a ellos les viene bien consentir un débil liderazgo de Villares, a fin de que en Galicia no se consolide un espacio autóctono. Por eso el juez ganó este sábado, aunque los mestizos no le permitiesen alcanzar su objetivo de ofrecer una imagen pública de unidad, por más que él estuviese dispuesto a aceptar todo lo que no fuese cuestionar su cargo de portavoz del partido.



En Marea, otro hijo político que devora a Xosé Manuel Beiras
Buena parte del PSG que fundó Beiras le dio la espalda a su negativa a entrar en el PSOE y se pasó a los del puño y la rosa. Esquerda Nacionalista llegó a aprobar la expulsión de Beiras de este partido interno del BNG, justo cuando la mayoría de esta organización defenestraba a Beiras. Y este sábado en el pleno de En Marea no le dejaron hablar cuando lo intentó al margen del protocolo. Fue triste.

Año y medio por delante en un océano de taifas
Luis Villares tiene año y medio por delante como portavoz de En Marea, hasta la asamblea de finales de 2018 o comienzos de 2019 en la que deberán renovarse los órganos directivos de esta organización que celebra plenarios como los de este sábado cada seis meses. En esta ocasión no estaban en juego los cargos del partido, porque fueron elegidos en enero, pero en realidad sí lo estaba el de Villares porque fue una creación posterior, que no estaba prevista en el diseño inicial, aprobado en Vigo el año pasado. 

Para conseguir el puesto de portavoz de En Marea, que sería formalmente el equivalente al portavoz nacional del BNG, el secretario general del PSdeG o el presidente del PPdeG, Villares se desmarcó en primavera de sus aliados de la lista oficial con la que concurrió a las elecciones internas de enero, junto a Podemos, Esquerda Unida y la parte oficial de Anova. Al frente de sus fieles el lucense pactó con los que hasta entonces eran los críticos, como el incombustible López Rico y el exalcalde de Manzaneda David Rodríguez, que pasaron a formar parte de la dirección, encabezada por Villares. 

Este sábado se debatió una enmienda que pretendía dar marcha atrás a la maniobra de Villares, para eliminar esa figura del líder y cambiarla por una portavocía rotatoria. La propuesta fue rechazada con 241 votos en contra, de los villaristas, y 209 a favor, de los mestizos, aunque ya sin la presencia de Xosé Manuel Beiras, que solo participó en la sesión matinal, en la que también salió derrotado el documento político alternativo que defendía su grupo. 

Hábilmente Villares fue a esperar a la puerta a media mañana a un Beiras que cumplió con su ritual de no madrugar en demasía. El juez consiguió su buscada fotografía con el veterano pianista, aunque después, en las votaciones, quedaron claras las divergencias de sus posiciones.

Villares ha conseguido retener la silla de líder que él mismo creó, pues no existía cuando el verano pasado pidió la excedencia en la judicatura para encabezar En Marea en las autonómicas, después de las que se convirtió en su portavoz parlamentario. El problema reside ahora en el alcance de su liderazgo, que cuestiona no solo el 46% de los que participaron en la decisiva votación de este sábado, sino también las dos organizaciones que se desentendieron de la asamblea, Podemos Galicia y Esquerda Unida, según expresaron en sus respectivos pronunciamientos. 

De los 14 diputados autonómicos de En Marea solo se puede considerar como villaristas en sentido estricto a cuatro. De los cinco representantes en el Congreso de los Diputados ninguno está con él, lo mismo que sucede con los tres alcaldes urbanos, aunque el de Ferrol, Jorge Suárez, sí asistiese al cónclave de este sábado.

En este escenario lo más probable es que se agudice la tendencia que ya se observó en los últimos meses del funcionamiento como reino de taifas, en el que cada parte va por su cuenta, con un grupo del Congreso dominado por Unidos Podemos, aunque con una presencia significativa de Anova, y unas mareas locales centradas en sobrevivir por su cuenta. La gran caldera es el grupo de En Marea en el Parlamento gallego, para el que las vacaciones constituyen la mayor garantía de paz.

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