Sevilla, tierra de sol con un color muy especial

Pocas ciudades hay en España tan luminosas y auténticas como la capital andaluza, donde el sol se cuela en cada rincón
Azotea de la Catedral de Sevilla con la Giralda al fondo
photo_camera Azotea de la Catedral de Sevilla con la Giralda al fondo

Pocas ciudades hay en España tan luminosas y auténticas como la capital andaluza, pues bien es cierto que Sevilla tiene un color especial. El sol incide por cada callejuela y se cuela por cada rincón. Su caluroso clima, junto con su intenso olor a incienso y a azahar aportan la sensación de viajar a una primavera eterna. En Sevilla la vida está en la calle y en la calle es donde hay que estar, recorriendo todos sus lugares emblemáticos, sus bares de tapeo, sus puentes por el Guadalquivir o viendo el tablao flamenco.

Como primera toma de contacto con la ciudad decidiremos caminar alrededor de la bulliciosa plaza Virgen de los Reyes. Desde allí podremos admirar uno de los símbolos más representativos de la ciudad, la Giralda. Al verla sabremos que allí comienza nuestra andanza por la capital andaluza. El alminar almohade data de 1184 y su base está armada con piedras de antiguos edificios romanos. El campanario ofrece una de las vistas más magníficas de la ciudad y a la cima llegaremos después de recorrer más de 100 metros de rampas. A los pies de la torre se encuentra el acceso a la catedral de Sevilla, con casi dos hectáreas de terreno. Allí podremos observar la Capilla Real, del siglo XVI, y la cúpula de Hernán Ruíz el Joven, donde reposa la Virgen de los Reyes, la actual patrona de Sevilla.

En la catedral también descansan los restos de Cristóbal Colón, en un sepulcro diseñado por Arturo Mélida en 1891. Nos detendremos en la Sacristía de los Cálices, donde se guardan reliquias cristianas. Además de su gran valor como lugar de culto, este edificio contiene numerosas obras de arte de pintores españoles, por lo que es considerado uno de los museos más importantes de la Península. Después de cruzar el Patio de los Naranjos se alcanza una puerta que conduce a la Giralda. Por su atractivo histórico y estético, la catedral y la Giralda fueron nombradas por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, junto con el Archivo de Indias.

Al rodear la majestuosa catedral, llegaremos a la anexa Plaza del Triunfo, donde nos recibirán los muros cargados de historia de los Reales Alcázares, un destino imprescindible en Sevilla. Situado en el corazón de la ciudad, es el monumento más impresionante de la capital andaluza. Su belleza ha atraído a reyes, artistas e incluso a la industria cinematográfica, siendo escenario de la famosa serie Juego de tronos. Su síntesis de historias nos absorberá durante horas.

Paseando por el Jardín de las Damas no olvidaremos visitar el órgano hidráulico de la Fuente de la Fama que reposa sobre las paredes de la Galería del Grutesco. Datado en el siglo XVII, es el único que se conserva en España y uno de los tres que quedan en toda Europa. Esperaremos a las doce en punto para que su dulce melodía nos envuelva con dos piezas de Francisco de Correa Arauxo: el LXVIII Canto Llamo de la Inmaculada Concepción de la Virgen María y Siguense Dies y Seis Glosas sobre el Canto Llano.

La siguiente parada en este recorrido es el Archivo de Indias, considerado el centro de documentación más importante del período de la colonización. Allí se conservan documentos relevantes relacionados con la conquista de América y está construido sobre lo que fue una antigua casa de mercaderes.

Cuando nuestro estómago empiece a rugir, entre maravilla y maravilla nos dirigiremos al barrio del Arenal. Situado cerca del Alcázar es uno de los lugares más castizos de la ciudad. Está cargado de bares donde se pueden degustar las tapas más tradicionales como la carrillá ibérica o las clásicas espinacas con garbanzos.

Recorriendo la calle homónima, antigua zona gremial y portuaria de Sevilla, nos encontraremos con la Plaza de Toros de la Maestranza. Guardando el río Guadalquivir se erige, en una de sus orillas, la famosa Torre del Oro, hermana desde 1992 de la de Belém, en Lisboa. Su nombre se debe a que antaño estaba revestida con azulejos que producían este efecto gracias a una mezcla de mortero de cal y paja prensada. Aquí descansaremos contemplando el paisaje desde orillas del río, conocido por los romanos como Betis.

Una visita indispensable es el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Poco conocido y eclipsado injustamente por otras colecciones con mejor márketing, la pinacoteca sevillana goza de una colección envidiable en el marco de un edificio que contribuye a la experiencia de la vista, un antiguo convento de monjas de estilo manierista andaluz. Sus instalaciones se dividen en 14 salas distribuidas por orden cronológico. La temática religiosa es la predominante y una de las grandes atracciones es la sala V, la antigua iglesia del convento y actualmente dedicada a Murillo y a los grandes maestros que le precedieron en la primera mitad del siglo XVII.

Continuamos el trayecto cruzando el puente de Triana, o de Isabel II, para adentrarnos en una de las zonas más independientes de la capital andaluza. Nos sumergimos en el bullicio de sus calles más emblemáticas, como San Jacinto, Pureza y, por supuesto, la calle Betis. Allí podremos disfrutar de una excelente vista del lado flamenco. También podremos tapear, por ejemplo, el popular pescaíto frito en alguna de sus muchas tabernas y bares con encanto.

Guardaremos tiempo para poder admirar la imponente portada plateresca del Ayuntamiento de Sevilla, en la plaza de San Francisco y, por supuesto, la no menos impactante iglesia del Salvador, un templo situado en el corazón de la zona más comercial.

Además, la Plaza de España es un gran monumento digno de ver a pleno mediodía, pero con abanico en mano. Esta plaza fue el emblema de la Exposición Iberoamericana en 1929. Su forma semielíptica es un símbolo del abrazo entre la antigua metrópolis y sus colonias. Además, es un escenario de cine recurrente. Ha aparecido en películas clásicas como Lawrence de Arabia, El viento y el león o Star Wars: el ataque de los clones.

Para llegar es necesario pasar previamente por lugares cargados de solemnidad e historia, como la Real Fábrica de Tabacos, los suntuosos Palacios de San Telmo o el hotel Alfonso XIII. Pararemos para comer algo por el Porvenir, a espaldas de la Plaza de España, un barrio de lo más pintoresco de Sevilla. En una de sus tascas nos refrescaremos con un vino oloroso del Condado, acompañado de un plato de gambas de Huelva con una ración de jamón ibérico.

Después de este parón es imprescindible que nos dirijamos al jardín más bonito de la ciudad. A tan solo unos pasos se encuentra el romántico parque de María Luisa. Sus 40 hectáreas y más de 100 años han sido testigo de numerosas historias, leyendas e intervenciones urbanísticas que han contribuido a su reconocimiento como Bien de Interés Cultural.

Como colofón final, uno de los imprescindibles en esta visita: callejear por las angostas y fortificadas calles del barrio de Santa Cruz. Fue el hogar de la comunidad judía durante cientos de años y en la actualidad representa la esencia misma de Andalucía, con sus casas pintadas de blanco, sus patios adornados con macetas repletas de coloridas flores o sus estrechos callejones.

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