La transición de la horca, el cepo, la picota y el cuchillo al flamante ZX

Los alguaciles autorizados por Felipe II se convirtieron en agentes que controlaban el tránsito de carros y la manipulación de las pesas
Imagen de una antigua plantilla de la Policía Municipal de Caldas de Reis
photo_camera Imagen de una antigua plantilla de la Policía Municipal de Caldas de Reis

Horca, cepo, picota y cuchillo eran los instrumentos empleados por los alguaciles de Caldas de Reis, que también podían recurrir al azote, porque así lo autorizó el rey Felipe II en una orden enviada a Diego López Ayala en el año 1581, en la que el municipio termal adquiría personalidad propia al quedar segregado de la jurisdicción de los tribunales inquisitoriales de Santiago.

Estos agentes formaban lo que podría considerarse como el primer vestigio de las fuerzas del orden de competencia municipal. Con Felipe III hay constancia de un personal encargado de funciones de seguridad y vigilancia, además de hacer cumplir los bandos, y en el siglo XVIII empieza a verse al lado de los alcaldes a los Porteros del Mazo, que también eran los guardaespaldas de las personalidades en los actos públicos.

Expulsados los franceses, con Fernando VIII el alboroto reinaba en las calles, motivo por el que encargó a los alcaldes las competencias para restablecer el orden público, otorgándoles la facultad de «aplicar penas de detención de los indigentes», que podían ser encarcelados entre tres y seis días, en función del número de habitantes del ayuntamiento.

Pero el primer antecedente de la Policía Local fueron los vigilantes nocturnos, que recorrían la localidad, chuzo y farol en mano, encendiendo y apagando el alumbrado público, además de realizar la función de meteorólogos, ya que informaban de que el tiempo era sereno, término con el que acabaron por identificarse.

Caldas de Reis empezó a contar con ellos en el año 1851, con Rosendo de Castro en la Alcaldía. «Evitar los abusos que se producían durante las noches, por parte de algunos vecinos y personas que acudían a los baños, e informar a la población de las crecidas invernales del río Umia» también eran su misión, indica el agente Benito Lorenzo en un trabajo en el que está documentado este reportaje.

En 1872 eran tres. El alcalde Román López unifica el cuerpo de serenos con la Guardia Municipal, en 1881. Desde entonces, esta localidad cuenta con este servicio durante las 24 horas del día. Caldas anexiona el Concello de Saiar en 1894 y aumenta el trabajo.

En el siglo XX, la construcción del balneario Hotel Acuña, el colegio San Fermín y la iglesia de Santo Tomás son síntomas del crecimiento de la localidad, cuya actividad se incrementa con la presencia de los bañistas. Y también crece el número de delitos.

La introducción clandestina de vino y la manipulación de las pesas por parte de los vendedores ocupaban a los agentes, que en el año 1919 eran seis y tenían que ocuparse de los primeros problemas provocados por la circulación de carros y carretas.

En 1941, Fermín Mosquera se convirtió en el primer caldense con un automóvil a motor, cuyas explosiones sobresaltaban a los viandantes.

En la década de los 50 se produce un repunte de la actividad económica con la apertura de varias sucursales bancarias y ‘La Yenca’, la primera discoteca de la localidad. La Guardia Municipal pasa a denominarse Policía Municipal en 1952. En 1955 son nueve los funcionarios, y hasta 1967 no contaron con el primer vehículo: una moto Guzzi.

La Policía Municipal se convierte en Policía Local en 1986. Los agentes tenían que compatir un Nissan comprado en 1990, al que llamaban ‘La diligencia’, con el personal de obras.

La Policía Local no contó con un automóvil para su uso exclusivo hasta 1995: un Citroën ZX. «Algunos de los miembros de la plantilla se pasaban horas admirándolo en el concesionario donde permaneció hasta su rotulación y matriculación», recuerda Benito Lorenzo.

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