Opinión

Café para nadie

Ha habido tantos golpes de Estado en los últimos días que ya nadie recuerda el miedo que dan los de verdad

PUES AL final parece que la fórmula para aplicar el 155 por parte del Gobierno ha sido tan exagerada, desproporcionada y brutal que probablemente no cabía otra. Está en el punto justo en el que lleva moviéndose el asunto catalán desde hace ya muchos años, y especialmente en los últimos meses: el exceso, la desproporción y el absurdo.

En el mismo tono, la decisión de Rajoy de cepillarse a todo el Gobierno catalán y a parte del Parlament ha sido alabada como justa y mesurada por unos y recibida como un golpe de Estado por otros. El problema es que se han reprochado tantos golpes de Estado unos a otros en estas últimas semanas, tan vacío de contenido han dejado el concepto, que ya ninguno es capaz de recordar el miedo que dan los de verdad.

Buena parte de este país parece tener la necesidad de creerse que cada minuto de su vida está siendo histórico, que cada día ha inventado el amanecer y yo, me van a perdonar, estoy hasta las pelotas de tanto adanista gilipollas.

Llegados a este punto, yo ya solo quiero que acabe. A ser posible, bien. Y si no, como sea, pero que acabe. Tengo muy claro desde hace tiempo que ni a unos les importa un pimiento la independencia de Cataluña, signifique lo que signifique independencia o Cataluña, ni a los otros la unidad de España, sean lo que sean unidad y España. Lo mismo Puigdemont y los suyos que la cohorte de Rajoy, solo están pensando en salvar sus propios culos mientras nos toman como rehenes al resto, que sí estamos realmente preocupados, cada uno en la medida en que le dé la gana.

Antes de que todo esto me empezara a dar un poco lo mismo, por esa mezcla de saturación e impotencia, pensaba que en algún momento se impondría el sentido común y que todos asumiríamos lo evidente: que nadie en su sano juicio puede pensar que en un país plenamente democrático en la UE del siglo XXI iba a poder imponer la independencia de un territorio de una manera tan zafia, irracional e ilegal que está más próxima al esperpento que a la acción política; y que nadie con dos dedos de frente puede pensar que en un país plenamente democrático en la UE del siglo XXI las aspiraciones políticas de varios millones de ciudadanos pueden silenciarse a base de policías, fiscales, encarcelamientos y toma de las instituciones. Pero no. Ya va siendo hora de asumir que el equivocado soy yo, que las cosas son como son y que estamos en sus manos.

Desde que todo esto desembocó en el absurdo en el que estamos no puedo dejar de pensar en uno de los premios Ig Nobel que se acaban de entregar hace poco. Con estos premios, la comunidad científica reconoce cada año a aquellos estudios en diferentes especialidades que se han distinguido por su rareza, peculiaridad o singularidad, que han optado por asuntos y enfoques que, sin prescindir del rigor científico, pueden parecer de entrada incluso cómicos.

El correspondiente a dinámica de fluidos ha recaído este año en Jiwon Han, un surcoreano que ha experimentado sobre la mejor manera de transportar una taza de café o una copa de vino sin que se produzcan derrames. Con pruebas tanto con humanos como con osciladores mecánicos para recipientes, ha conseguido demostrar cuál es la mejor manera de reducir la resonancia que traslada a los líquidos la vibración típica de las manos de una persona al caminar. Su conclusión es que lo mejor para no derramar el café es caminar hacia atrás.

Sin embargo, haber probado de manera científica que ir de espaldas es lo mejor en estos casos, Jiwon Han no concluye recomendando que a partir de ahora todos los camareros trabajen de este modo, porque es consciente de que eso introduciría factores mucho más desestabilizadores que la simple vibración de la mano y el resultado sería nefasto.

Eso es lo que son en estos momentos Rajoy y Puigdemont, dos camareros conscientes de que están a punto de derramar nuestro café y que saben que la única opción de evitar que acabe todo por el suelo pasa porque ambos comiencen a dar pasos hacia atrás. Pero, a la vez, temerosos porque el tumulto que han provocado y les rodea hace muy peligroso ese retroceder para avanzar.

A lo mejor el resto podríamos ayudar apartándonos un poco y abriendo un pasillo para que los dos pudieran caminar hacia atrás sin que les temblara el pulso, más que nada porque las tazas que llevan son las nuestra. Pero tampoco confío en nosotros, sea lo que sea nosotros. No, llegados hasta aquí ya solo aspiro a que acabe, he asumido que lo más probable es aquel famoso café para todos con el que empezó esto acabe en café para nadie.

Comentarios