Opinión

Sobreactuando

CON DECLARACIÓN unilateral o sin ella, ocurra lo que ocurra, lo que finalmente quedará claro es que España entera es muy dada a sobreactuar. Siempre ha sido así. Este tremendismo de los últimos días no tiene justificación. Uno va por la calle, entra en un bar o recibe una visita y sólo se oye hablar de Catalunya como si el fin del mundo estuviera ahí, a la vuelta de la esquina. A lo largo de los siglos, España ha perdido media Europa, casi todo el continente americano de punta a punta y diversos países entre África, Asia y Oceanía. No existe continente sobre el planeta que no tenga unos cuantos estados que fueron españoles. No hay reino en este mundo que haya perdido tantos países como España. Y ahí siguen, España y todos los demás.

Los países se independizan. No pasa nada. Los Estados Unidos se independizaron y les va divinamente a pesar de Trump. Casi todos los países que existen se han independizado de algún otro. Los casos en los que un proceso de independencia se hizo de común acuerdo, además, son excepcionales. Lo lógico es que una nación se independice de otra contraviniendo las leyes, pues si pides permiso para independizarte no suelen dártelo, como estamos comprobando.

Pero aquí nos ponemos todos locos y sobreactuamos. Unos, porque queremos declarar la independencia tras un referéndum más bien dudoso en cuanto a las garantías democráticas. Otros mandamos a la policía a moler a palos a los votantes. Luego insultamos en el cole a los hijos y a las hijas de guardias civiles. Mandamos al rey a amenazar a los catalanes. Ahora pedimos que se apliquen no sé qué artículos de la Constitución para que los catalanes además de no ser independientes dejen de ser una autonomía. Mientras se decide o no se decide una u otra cosa, nos alegramos de que las grandes empresas abandonen Catalunya, pero sostenemos que Catalunya es y seguirá siendo española. Y hemos convertido la equidistancia en un insulto, como si alguien no pudiera mantener una posición equidistante si le da la real gana.

Hemos convertido la equidistancia en un insulto

Y todo porque igual sucede algo que es una constante en la historia de España: perder países. Con todos los países que se fueron podríamos montar una galaxia. España ha perdido países que son cinco veces más grandes que toda la península ibérica y otros diminutos. Hasta perdió a Portugal, que lo tenemos aquí al lado. Tantos países tuvo España, que algunos incluso los regaló, como Haití, porque sobraban. A unos les ha ido mejor que a otros. Holanda o Bélgica, pongo por caso, no se pueden quejar; en Guinea Ecuatorial sí se pueden quejar.

España es un Estado menguante desde hace siglos. Hay por el mundo unos 500 millones de habitantes que son descendientes de pueblos que no quisieron ser españoles y lo lograron. Decían que España les robaba, como ahora los catalanes. Y España siempre respondía igual: sobreactuando. El único español que nunca sobreactúa, ni actúa, es Rajoy, que ante las crisis prefiere que actúen otros.

Ahora nos echamos las manos a la cabeza, pero los independentistas catalanes vienen diciendo desde hace años lo que pretenden hacer. Lo llevaban en su programa. ¿Por qué nos hacemos los sorprendidos? ¿No será que hemos dedicado demasiado tiempo a ocuparnos de arreglar los problemas de Venezuela cuando aquí mismo, en la habitación de al lado, Catalunya hacía las maletas? Ahora venimos con lo del parlem, una iniciativa loable de dos o tres ciudadanos a los que se han sumado muchos más y que llega demasiado tarde. Ya se les podía haber ocurrido hace tres o cuatro años, que tiempo hubo para el parlem. Se oyen voces desesperadas que piden a unos y otros que paren la escalada; que hablen. Que eviten el desastre. Otra sobreactuación. Saben que ya nadie puede echarse atrás. No han llegado tan lejos para dejarlo así y ponerse a hablar: "¡Coño, es cierto, podemos hablar! Parlem, carajo!".

El lío está servido. Si se declara la independencia, la liamos unos; si no se declara, la liamos los otros. Seguiremos sobreactuando, que es lo nuestro. Recuerdo perfectamente cuando perdimos Cuba, o Filipinas. ¡Cómo nos pusimos, madre mía! ¡Y en las guerras de África! Era un no parar de enviar soldados a morir, dejándonos allí la sangre y el dinero, total para acabar derrotados. No parece que en esta ocasión vaya a haber muertos, pero sí perdedores. Algunos pueden acabar hasta en prisión. Todo por no tomarnos las cosas con naturalidad. Cada vez que se nos quiere largar un país nos ponemos como si fuera la primera vez. Luego tardamos un siglo en superar el trauma.

Todo por sobreactuar: por empeñarnos unos en el que viva España y otros en el tomba, tomba, a ver quién se desgañita más, en lugar de cantar canciones de Karina: "Al mirar el cielo azul a Cupido descubrí, disparaba con sus flechas pero el blanco no le vi. Tal vez yo o tal vez tú, tal vez a ti te alcanzarán, pero ya te darás cuenta pues se clavan de verdad. Aquí está, viene ya tan feliz, con sus flechas de amor para ti. Quizás también para mí, sí también para mí".Ndisi

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