Opinión

Política a mil kilómetros

Sorprende todo el revuelo montado con Luís Villares, porque ni es el primer magistrado metido a político ni será el último

LA POLÍTICA y la Justicia no maridan bien. No lo hicieron en el pasado vistas algunas experiencias ni me parece que lo vayan a hacer en el futuro. En parte es lógico, porque la mayoría de los valores en los que se asienta la esencia de la actividad judicial (honestidad, rectitud, objetividad, coherencia...) en la política, por desgracia, brillan muchas veces por su ausencia. Pero esto no significa ni mucho menos que todos los políticos sean unos delincuentes, que todos los jueces están politizados y, mucho menos, que las aventuras políticas de los magistrados los inhabiliten para su posterior ejercicio de la profesión. 

Viene esta reflexión a cuento de todo el revuelo que se montó alrededor de Luís Villares, portavoz parlamentario y orgánico de En Marea, por su presencia en Cataluña en apoyo a un referéndum que atenta contra la Constitución a la que en teoría él, en su condicion de juez, se debe. La imagen de un defensor de la ley apoyando algo ilegal no es desde luego la más aconsejable y quizás Villares, bajo mi punto de vista, pudo haberse ahorrado un viaje a Barcelona que él ya intuía que le daría bastantes más quebraderos de cabeza que alegrías. 

El político lucense asistió en Cataluña a acto de los 'comuns' de Ada Colau y no al de Junt pel Sí y ERC o al de la CUP

Pero dicho esto también sería bueno matizar que el político lucense asistió en Cataluña a acto de los 'comuns' de Ada Colau y no al de Junt pel Sí y ERC o al de la CUP, donde sí estuvo su colega de filas Antón Sánchez representando a Anova. Y participó en la marcha de la Diada, que aunque cada año que pasa tiene una connotación más independentista, no deja de estar convocada por la sociedad civil por medio de ANC y Òmnium Cultural. Y allí defendió el derecho a decidir, pero no hizo una declaración abierta a favor de la independencia, ni avaló el esperpento vivido en el Parlament ni se fotografió con Arnaldo Otegi, por quitarle un poco de hierro al asunto. 

En este contexto, la petición de Alberto Núñez Feijóo de reabrir el debate sobre el retorno de los jueces a la Justicia tras un paso por la política tiene sentido, pero preguntarse como hizo Miguel Tellado, número dos del PPdeG, si en su etapa de magistrado Villares incorporaba a sus sentencias algún "sesgo político" o sumarse a las voces que piden que sea expedientado por el CGPJ me parece un tanto excesivo. Parece claro que hay que enmarcar esas palabras en el juego sucio que tantas veces distingue, precisamente, a la política de la Justicia.

Y es que llegar a esos niveles de suspicacia podría resultar peligroso, casi insoportable. Por ejemplo, yo no me imagino a Miguel Santalices recetando Sintrom para atajar una hemorragia a un paciente por ser socialista ni a Vicente Docasar suspendiendo en su día a los alumnos del PP en Monforte. Igual que no me queda otra que confiar en la imparcialidad de Carlos Lesmes al frente del Tribunal Supremo, aunque hubiese sido alto cargo del Ejecutivo de José María Aznar en dos legislaturas. 

La reincorporación del cuerpo judicial desde la política ya está regulada. Hubo épocas, años atrás, en los que existía una especie de periodo transitorio obligatorio, de dos años, para 'descontaminarse' de las ideas políticas antes de volver a vestir la toga. Con el tiempo esa moratoria se suprimió. E incluso más recientemente, en 2011, se modificó la ley para facilitar todavía más el reingreso de los magistrados que habían sido políticos, fruto de un pacto político de PP y PSOE, curiosamente. Que hoy se quiera mejorar, pulir o matizar esa regulación es comprensible; pero que Villares vaya a pasar a la historia política y judicial de Galicia como la figura que, con su inconsciente viaje a Cataluña, la haya desencadenado, ya no lo es tanto.

Hasta Xosé Manuel Beiras abandonó el retiro en el que lleva inmerso desde febrero para hablar del desafío soberanista

Cataluña hasta en la sopa
Toda esta polémica, por cierto, está generada por un viaje a Barcelona, el epicentro del actual debate político estatal y casi mundial —con el permiso de Kim Jong-un—. Hasta el punto de que el curso político doméstico arrancó esta semana físicamente en el Parlamento de Galicia, pero con la mente de la mayoría de los 75 diputados de erasmus a algo más de mil kilómetros del Pazo do Hórreo. En la sesión de control del miércoles el asunto del 'procés' solo tardó en salir a escena 14 minutos y 48 segundos y fue precismente Núñez Feijóo quien lo sacó, para contraatacar a Ana Pontón primero y a Villares después, aprovechando su presencia en la Diada. Hasta en la tribuna de periodistas había más medios estatales de los habituales, en guardia para enviar cualquier comentario suculento a la primera línea del frente, en la otra punta de la Península. Tan lejos, pero tan cerca a la vez. 

Hasta Xosé Manuel Beiras abandonó el retiro en el que lleva inmerso desde febrero en su cuartel general de A Reboraina para hablar del desafío soberanista y, de paso, mandar unos cuantos recados a su propio proyecto de ruptura popular, en el que ya parece no confíar tanto para asestar el golpe definitivo a lo que él denomina el "réxime do 78". Su última esperanza ahora es un movimiento como el de Cataluña, de ahí su implicación con el tema. 

De todas formas, no parece que a Feijóo le vaya mal este escenario en el que Cataluña está hasta en la sopa, con el principal debate político a mil kilómetros de distancia.

Patos, otra macrooperación gaseosa 
Se agita, se abre la tapa, todo sale con mucha fuerza al principio y al final, queda en nada. Así funcionaba la gaseosa y así parece que funcionan las macrooperaciones judiciales contra la corrupción. El último ejemplo es la Patos, la que en su día cercó al todopoderoso Abel Caballero y en la que acaban de desimputar a todos los políticos implicados salvo a Rafael Louzán. Con estos antecedentes, Gómez Besteiro ya estará frotándose las manos en Lugo.

Albor y sus "número dos"

EL SIMPOSIO que analiza la figura política, cultural y médica del centenario Gerardo Fernández Albor arrancó en la USC con intervenciones de destacadas figuras que conocieron y compartieron época y responsabilidades con quien fue, entre muchas otras cosas, presidente de la Xunta de 1982 a 1987. El rector, Juan Viaño, junto al alcalde, Martiño Noriega y el conselleiro Román Rodríguez fueron los encargados de abrir el encuentro, que sin embargo tuvo este sábado su momento más emotivo, cuando el propio Albor reapareció a en público. Lo hizo para recibir la medalla del mérito al trabajo de manos de Mariano Rajoy, que curiosamente fue su vicepresidente; y fue además en presencia de otro de sus "número dos" en la Xunta, el ferrolano José Manuel Romay Beccaría. Un reencuentro para el recuerdo.

"Era o máis listo da clase"

"HOXE É UN DÍA de sentimentos atopados", aseguró este viernes el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, durante la visita al instituto Blanco Amor de Ourense, donde inauguró oficialmente el curso 2017-2018 de Eso, bachillerato y FP. Lo dijo porque en ese mismo centro cursó él BUP y COU entre 1976 y 1979, cuatro años en los que aseguró que descubrió "os valores democráticos, da Constitución, da liberdade e do autogoberno de Galicia". Más tarde, en Twitter, publicaba: "De volta nas aulas do IES Eduardo Blanco Amor. A ilusión e as inquedanzas seguen a ser as mesmas, sorte aos que comezades o curso!". El entonces director, Albino Núñez, recordó "emocionado" el paso del presidente de la Xunta por sus aulas, aunque sin duda la perla de la jornada la dejaron algunas de sus profesoras: "Era o máis listo da clase". ¡Que iban a decir..!

NN.XX. se pasa al norte

LAS ORGANIZACIONES juveniles de los partidos políticos llevan unos años de capa caída, ya que si la crisis agravó el divorcio de la sociedad con sus dirigentes, ese abismo fue todavía mayor entre los jóvenes. A pesar de todo, a medida que se acercan las elecciones de 2019 algunas empiezan a reactivarse, como ocurre con Novas Xeracións (NN.XX.). Los 'cachorros' del PP gallego celebrarán el próximo fin de semana su X Congreso, en el que tratarán de reimpulsar el colectivo y situarán al frente a Adrián Pardo, que tomará el relevo de Diego Gago. Pardo, graduado en Derecho de 23 años, es de Oleiros, lo que significa que rompe la hegemonía viguesa en la organización, representada en los últimos años por Javier Soto y el propio Gago, a los que por cierto NN.XX. les sirvió de trampolín para dar el salto a la política estatal.

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