Opinión

La historia que no ocurrió

Título: Gypsy.
Director: Lisa Rubin.
Reparto: Naomi Watts, Billy Crudup, Sophie Cookson.
Cadena: Netflix.
Calificación: ●●○○○

AÑORAR LO que nunca fue. Esperar lo imposible. Vivir en ese estado anhelante que, sin conducir a nada, no deja de atrapar. Estar disponible, vigilante, decididamente preparada. Por lo que pueda pasar. Si no pasa, que no sea porque te has salido un momento de la atmósfera. Porque no has sabido estar a la altura de lo que la atmósfera requería. Esto es, en versión breve, lo que ocurre con la serie Gypsy. Con Naomi Watts como reclamo, tenía mucho que ganar, aunque hubiera algún que otro tropezón por el camino. Sin embargo, ay, la protagonista y productora ejecutiva, en este caso, no basta para sacar adelante una temporada que se presentaba como el nuevo éxito de Netflix. No lo ha sido y Netflix ha decidido cancelar la segunda temporada. Al público no le interesa y la crítica -unánime- la ha despellejado.

La idea y lo que podría derivarse de esa idea, es lo más interesante. De hecho, es lo que podría haber hecho que las cosas no fueran como al final fueron. Intentos fallidos. Es una pena y de ahí el anhelo. Tienes algo potencialmente bueno que se echa a perder por una falta, digamos, de concentración. Lo ves todo tan claro que no te preocupas demasiado de escribir un guion consistente y construir unos personajes a la altura de la historia.

Esa pobre gente va arrastrando sus roles por un escenario que, unas veces se convierte en un absurdo, y otras, en una cosa un poco de risa. Aún así, estás ahí, y ves los capítulos, por si algo cambia y la historia que imaginabas comienza a verse en la pantalla. No vaya a ser que por un despiste te pierdas el giro brillante de una protagonista al mismo nivel que la expectativa.

El relato es el siguiente: una terapeuta traspasa todos los límites de la profesionalidad contactando con el entorno de cada paciente, estableciendo relaciones con las personas con las que esos pacientes tienen un conflicto. Se inventa una identidad y va, entre consulta y consulta, primero contactando con ellas y después iniciando relaciones de amistad o amorosas, con una obsesión creciente y despiadada. No me digan que no tenía su punto. Poco a poco, el asunto se desmadra porque, claro, la obcecación va mucho más allá de lo aceptable, incluso para ella misma. Tiene varios pacientes y las horas del día no dan para tantas personalidades. De esas maneras tan poco ortodoxas, va trazando los caminos de las pobres criaturas que caen en su consulta. Entonces llega un momento en que su marido, sus amigas, sus compañeros de trabajo, la notan rara, por así decir, y es una reacción totalmente comprensible. Ella lo justifica desde el primer capítulo diciendo que todos tenemos una especie de mundo interior repleto de deseos reprimidos. Que qué pasaría si los sacáramos a la luz y los fuéramos realizando uno a uno.

Hay dos elementos interesantes en el personaje que son la locura y, sobre todo, la crueldad. Sin embargo, están tratados de tal modo que ni se explotan ni se presentan como esenciales. Es como si fueran daños colaterales de su comportamientos cuando, realidad, son el quid de la cuestión. El enfoque de la serie ha sido destacar -imagino- los detalles que creían que iban a dar más juego publicitario. Pero eso no ha pasado y la serie se ha ido al traste porque las piezas sustentantes estaban llenas de espacio vacío.

Así que, a base de esperar el viraje, se alcanza el capítulo diez pensando con tristeza en una historia que no fue y que pudo haber sido. Pensando que esa protagonista despiadada y demente daba para mucho más que para una propaganda poco sutil y mal planificada.

Y la vergüenza desaparece

HABLANDO de secretitos, hay un programa en Dkiss que lleva por nombre ‘Mi secreto al desnudo’ y que, según afirma, saca a la luz asuntos vergonzosos que se tienen en el cuerpo y que se esconden por lo obvio, el bochorno. Cuando el maquillaje o mucha ropa no consigue arreglarlo, el programa te mete en cirugía, corta aquí, pule allá, y como un pincel. Nada que ver con lo que se era antes, la vida, y no es broma, tiene otro color. Yo podría ir, claro que sí, pero me da cosa.

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