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Unos tonos, otras armonías

JILL SOLLOWAY está detrás de esta serie. Porque antes de I love Dick, se sacó de la manga algo tan rompedor como Transparent, las expectativas eran altas. Qué pasa con esta nueva serie: que explota lo peor de Transparent con algún destello, al contrario que la primera, que muchas veces era luz, con alguna que otra caída en pozos exageradamente retorcidos. Lo que aquí ocurre es que el desequilibrio de la protagonista pone los nervios de punta al tranquilo espectador que espera, sí, que le digan algo nuevo y, de alguna manera, que le rompan el mundo conocido y le abran una puerta, pero, en fin, tampoco así, a base de estridencias. Ese tono elegido para toda la serie acaba, de verdad, desquiciando a cualquiera. Se puede llegar a entender lo que quiere transmitir, pero es como si te lo estuvieran gritando al oído, al final tampoco es que desees comprender nada, sino que se alejen rápido de ti.

Tomárselo con calma hubiera sido lo mejor, creo yo. Tenemos a una mujer cineasta que no consigue tener el éxito que cree que merece, a una mujer casada con un intelectual que se dedica a investigar sobre el Holocausto y sus infinitas ramificaciones, que la apoya en su carrera más o menos, porque él en lo que está pensando es en lo suyo. Sin hijos, con un futuro no muy lejano que podía presentarse prometedor. Pero ella, es evidente, está en crisis. Porque la vida no le sale tan así como quiere. Ella se siente artista total y parece que nadie más que ella lo ve de tal modo. Acaban instalándose en un pueblo perdido de Texas donde encuentran a un hombre, Dick, que se convierte en la representación viviente de todas sus frustraciones. Y ahí se desata, pero créanme, la cosa ya venía de antes. A partir de ahí, los capítulos son un dar disparatadas vueltas alrededor de lo mismo. Así como en Transparent ese impetuoso arrebato de vida era sinónimo de libertad, lo que se veía era a seres libres intentando agarrarse a trozos de felicidad, costase lo que costase; aquí, más bien, tenemos la sensación de que la protagonista va dando tumbos por una existencia a la que no se adapta pero contra la que tampoco lucha, lo que lleva a una sensación de batalla perdida desde el principio. No resulta simpática, la protagonista. Tampoco el antagonista, que, repito, aún entendiendo qué hace ahí, nos planteamos si no podría irse un rato a otra parte.

Siempre que veo series que no me acaban de convencer, por unas u otras razones, busco, inconscientemente, referencias de calidad. Y normalmente, encuentro algo. Viendo I love Dick me ha venido a la cabeza la que para mí es una de las películas más interesantes, más evocadoras y más tristes del cine contemporáneo. Es de Woody Allen, y se titula Septiembre. Todo en esa película me parece tan maravillosamente ensamblado que, cada vez que la recuerdo, me entran deseos de volver a verla una vez más. Y eso que la sé de memoria.

Viene al caso porque en esa película se habla de la frustración y de la confusión de la mujer protagonista, y, de paso, de la de todos los que la rodean, que buscan, aunque suene manido, su lugar en el mundo.

Es una historia contada con tanta delicadeza que resulta desoladora y tierna al mismo tiempo. Te dan ganas de ir allí y salvarlos a todos. Ese mismo tema lo había tratado en Interiores en uno de los personajes secundarios y ya apuntaba maneras hacia un desarrollo posterior. Me gusta tanto esa película que no puedo hacer otra cosa que animarles a que la vean este verano. Al contrario que Jill Soloway, Woody Allen escoge en este film una profunda suavidad tonal. Y vaya diferencia.

Colaboración de lujo

Pues ahora que se ha confirmado la participación de María Lapiedra en el programa Supervivientes 2018, me quedo mucho más tranquila. ¿No les pasa? Sobre todo después de buscar en Google quién era y de comprobar que en su profesión ponía colaboradora. Es que, quieras que no, se te quita un peso enorme de encima. Que a ver si van a acabar metiendo ahí a cualquiera y después las cosas se descontrolan. Fue un momento de susto, pero ahora ya, con María asegurada, mucho mejor.

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