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Aquí se juega

Al deporte y las apuestas les queda un futuro de gran amistad, afianzado en la sólida base de los amaños

RECONOZCO QUE no acabo de entender bien estos periódicos ataques de devoción que le dan a este país, retorcido entre espasmos de fervor. Yo confieso, como el capitán Louis Renault al mayor Strasser en Casablanca, que "carezco de convicciones, voy con el viento". Sí acaso, confieso que siempre fui bastante devoto, al estilo de la devoción que tenían por Faulkner los del pueblo de Amanece que no es poco, por el propio capitán Renault, ese cínico sentimental con más escrúpulos de los que presumía y menos aún de los que necesitaba.

Lo he sacado de procesión otra vez estos días, en aquella escena en la que Strasser le ordena cerrar el café de Rick después de que la clientela callase las bravuconadas de sus nazis cantando 'La Marsellesa'. "Pero si todo el mundo lo está pasando muy bien", le responde Renault, antes de asumir su orden con el primer pretexto que se le ocurre: "Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega", se explica ante las protestas de Rick, mientras uno de los encargados del café se acerca hasta el capitán para darle el dinero de sus ganancias con el juego, que él se guarda con un gesto de habitualidad y un educado "muchas gracias".


En muchos casos la épica es ya solo una probabilidad con factor de reducción

Me lo recordaba tal cual el mundo del fútbol haciéndose el asombrado al destaparse que aquí se juega. A apostar, no al fútbol. Lo acabamos de descubrir, parece, con ese desbocado 12-0 del Bacerlona B al CD Eldense, rematado con la pincelada tremendista del futbolista Mikey Fernández llorando con aparente desconsuelo en el césped un par de días antes de ser detenido como sospechoso de haber participado en el amaño.

"Qué escándalo, hemos descubierto que en el fútbol hay amaños ", se ha alborotado el país, con nuestros dirigentes y nuestros medios especializados deportivos al frente, al ver cómo eran detenidas cinco personas, entre ellas el entrenador Filippo Vito di Pierro y el responsable del grupo inversor italiano que se había hecho cargo del Eldense hace unos meses, un tal Nobile Capuani. Habían llegado los dos, junto a su equipo de alquimistas del fútbol, como representantes de un grupo tras el que todos parecían saber que se encuentra Ércore di Nicola, un director deportivo que en 2015 ya fue detenido en Italia en una operación contra los amaños de partidos en Italia, un mesías ligado a la mafia calabresa Ndrahgheta.

Gente de bien, quién iba a sospechar. Ha sido todo tan inesperado que apenas unos meses antes ya la habían liado parecida con otro equipo cercano, el Jumilla, también de Segunda B. Además, apenas dieron señales que pudieran hacer desconfiar: allí por donde iban les seguía un reguero de facturas impagadas y promesas rotas, el entrenador no tenía carné profesional, de la noche a la mañana despidieron a toda la plantilla y ficharon de golpe a veinte futbolistas de su cuadra, los jugadores aparecían y desaparecían de las alineaciones sin ningún criterio aparente y las derrotas se celebraban en el vestuario con palmaditas en la espalda y sonrisas cómplices. Lo normal, nada sospechoso, hasta ese 12-0 de las lágrimas sobre el campo que los convirtió en noticia de treinta segundos en los espacios deportivos, hay que ver qué pundonor, mira cómo los consuelan los rivales, esta es la grandeza del deporte y cuatro topicazos más de ese estilo.

Tres días después de las detenciones, la Real Federación Española de Fútbol, otra organización paraestatal dirigida por elementos de toda confianza, se dio por aludida. Sin precipitaciones, no vaya a ser nos hagamos daño, abrió un expediente informativo. Estoy por asegurar que cuando se cierre detallará con todo lujo de pruebas lo inesperado que ha sido todo y dará una explicación creíble al hecho de que hasta ahora haya ignorado todas las evidencias, incluidas las alertas que desde hace tiempo les trasladó la empresa encargada de detectar movimientos sospechosos en los flujos de las apuestas por internet. Y quedará todo aclarado y perfectamente circunscrito a un hecho aislado, hasta el próxima hecho aislado del mismo tipo e igual de sorprendente que nadie pudo ver venir.

La realidad, sin embargo, dice que desde hace unos años el dinero de las apuestas ha sido recibido en el mundo del fútbol y en el deporte en general como un auténtico maná del que chupan federaciones, equipos, medios de comunicación, torneos y, por supuesto, deportistas. Muchos de ellos, como el capitán Renault, con más necesidades que escrúpulos. Necesitados de devociones y mesías, queremos seguir creyendo en el deporte profesionalizado como fuente de relatos épicos que nos asienten la identidad y el ánimo, pero en muchos casos la épica es ya solo una probabilidad con factor de reducción.

A lo mejor ni siquiera es malo del todo, quizás a todos nos compense. Pero asumamos entonces que episodios como el del Eldense cada vez serán más habituales, que ya se nos ha agotado la coartada de la sorpresa. Para esto es mucho más sano el equilibrio del cínico capitán, que confesaba a Rick que le iba a echar de menos si se iba: "Es usted la única persona en Casablanca con menos escrúpulos que yo". Los amaños son el principio de una gran amistad entre deporte y apuestas.

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