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Galicia merece inversores

Es tan relevante captar fondos del extranjero como seducir a las grandes fortunas gallegas

GALICIA NO es plato de buen gusto para la inversión extranjera. No es de ahora. Se trata de un endemismo que marca y condiciona nuestra economía. Tradicionalmente, la comunidad gallega recibe escasos fondos del exterior, como también es muy limitada la mano de obra inmigrante que llega. Recurriendo al manual, es una cuestión de atractividad. Una economía pujante resulta un imán para la inversión y el empleo procedentes del exterior. Pero se trata de una capacidad que se desarrolla. Y la Xunta está empeñada en ello. Lleva un par de años enfrascada.

Los datos parecen avalar la preocupación del Gobierno gallego. Esta misma semana, el balance de la inversión extranjera en Galicia durante 2016, presentado por el Ministerio de Economía, arroja un saldo de 118 millones de euros captados del exterior, con un sustancial avance de algo más del 37% sobre el 2015. Sin embargo, la insignificancia llega cuando se comprueba que esos 118 millones apenas representaron el 0,5% de los 23.476 millones que recibió España el año pasado, concentrados de forma abrumadora en Madrid y Cataluña.

El rizo de los problemas se riza todavía más cuando comprobamos, como lamentan muchos empresarios, que las operaciones de inversión del exterior que llegan a Galicia no pasan, por lo general, por iniciativas industriales, nuevas fábricas o proyectos innovadores. Es la compra de empresas consolidadas, directamente, lo que atrae el capital del exterior. Corporación Noroeste y Cementos Cosmos en los noventa, la privatización de Inespal con Aznar en La Moncloa después, la Autopista del Atlántico, la operadora R, el astillero Barreras o la pizarrera Cupa Group... Todos, el mismo patrón.

Para cambiar dinámicas como esta, la Consellería de Economía prepara una ley de fomento de la inversión extranjera, que pasa por la elaboración de una alfombra normativa para facilitar la llegada de capitales. Una iniciativa que se suma al entusiasta proyecto de "cazadores" de inversiones que sacó a concurso en abril del pasado año, sin que hasta la fecha tengamos resultados tangibles. También con bajas en este caso, siguen en el proyecto consultoras de la talla de KPMG o Pricewaterhousecoopers. Se trata de auténticos comisionistas de inversiones, que van a la pieza, por resumirlo. Ni así, al parecer. Y entre tanto balance, también convendría resituar los números y mirar al flujo real de capitales. En concreto, el de la inversión gallega en el exterior. Para tener perspectiva y sacar conclusiones.

Pues bien, los datos los aporta el profesor Xoán López Facal. Y son elocuentes. En doce años, entre 2004 y 2015, la inversión de las empresas gallegas en el extranjero multiplicó casi por cinco el volumen de capital forá- neo que recibió Galicia. Fueron unos 2.260 millones los que logramos captar, frente a casi 11.000 millones que se destinaron al exterior vía inversiones, centradas de forma prioritaria en el sector inmobiliario.

El excedente de las grandes fortunas gallegas, y son unas cuantas si repasamos la lista Forbes, acaba en compras de edificios en el extranjero. Es una constante en los últimos años. El paradigma es Amancio Ortega, pero no el único. El fundador de Zara destina al ladrillo en el extranjero el doble de toda esa inversión que recibió Galicia en doce años. Pontegadea, su brazo inversor, acumula activos inmobiliarios fuera de España por 4.013 millones y la economía gallega, entre 2004 y 2015, recibió fondos del exterior por esos 2.260 millones antes mencionados. Todo un síntoma.

Si atendemos a la geografía de la inversión gallega en el extranjero, más de lo mismo: comprobamos que destacan entre los destinatarios Estados Unidos (25% del total) y Gran Bretaña (14%), se­guidos de Italia, Francia y Luxemburgo. Precisamente, Estados Unidos y Reino Unido son hasta ahora los dos destinos favoritos de las inversiones inmobiliarias de Pontegadea y de unas cuantas fortunas gallegas de Forbes. El capital, en síntesis, está en Galicia, y no sale al exterior en busca de empresas, sino de inmuebles, aquello que se daba en llamar bienes raíces, con retornos limitados pero garantizados en el tiempo. Seguridad.

Es por ello que a la vez que nos afanamos en captar una inversión del exterior que no llega, debemos mirar al capital que tenemos en casa. Y seducirlo. Como dice el economista Marcelino Fernández Mallo, se "debe deseñar un plan e trasladalo á sociedade para buscar a súa complicidade, e concretamente deberán ofrecelo aos propietarios dos recursos e do capital para conseguir a súa conivencia baseada na utilidade social e na rendibilidade empresarial".

Galicia necesita inversión. La del extranjero y también la de sus grandes fortunas.

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