Opinión

La vida en diferido

Todo empezó con Cospedal, como tantas cosas en esta vida. Fue aquel día en que dijo que lo que cobraba Bárcenas no era un sueldo, sino una liquidación en diferido. España entera empezó entonces a vivir en diferido. Llevábamos tantos años viviendo por encima de nuestras posibilidades que pensamos que cualquier cambio podría servir para mejorar.

Vivir en diferido tiene sus ventajas, pues nos permite ser aquello que queramos ser, pero en diferido. ¿Qué quiere usted una isla en el pacífico, como Marlon Brando? Pues es suya, eso sí, siempre en diferido. El otro día le pregunté a mi señora si me amaba: "¿Me amas, vida mía?". Me miró mal. "Sí, te amo en diferido. Siempre te he tenido por un imbécil", me dijo. ¡Y yo tan contento! ¿Por qué? Porque me ama, aunque sea en diferido.

Mire usted a Loquillo. Loquillo no decía que para ser feliz necesitaba tener un camión. "Yo, para ser feliz, quiero un camión", cantaba. Le bastaba con quererlo. Era feliz queriendo un camión. Imagino que todavía no lo tiene, pues sigue cantando la misma canción una y otra vez, sin que se tenga noticia de que lo haya conseguido. Loquillo tiene un camión en diferido y con eso le sobra para ser feliz.

El AVE llegará a Galiza en diferido. Es una estrategia bárbara. Cada año lo retrasan un año, pero nos da igual porque sabemos que tenemos el AVE en diferido y que podemos llegar a madrid en tres horas en diferido. Y así todo: Puidemont declaró la independencia de la república catalana en diferido e inmediatamente Rajoy le aplicó el artículo 155 en diferido. Eternizándolo todo nada puede salir mal. Los asuntos, sean importantes o no, se aplazan, se olvidan. Un buen día Loquillo querrá un avión en lugar de un camión, pero mientras tanto habrá sido feliz queriendo un camión, soñando con tenerlo algún día, en diferido.

Es de suponer que el secreto a Cospedal se lo contó Rajoy, que lleva toda la vida viviendo en diferido y le ha ido siempre divinamente. Para Rajoy lo único que no es en diferido son los partidos del Madrid y el Tour de Francia, que esos sí los vive en directo, pero todo lo demás lo hace en diferido. Así, en diferido, vio caer a Rato, a Aguirre y a Aznar. Sin mover un dedo, simplemente esperando el momento. "María Dolores, tú di que lo de Bárcenas es en diferido, ya verás cómo no pasa nada". Y así fue. No ocurrió absolutamente nada. Poco a poco, nos vamos acostumbrando a vivir en diferido porque todo son ventajas. No es como cuando los Reyes Magos le traían a usted un vale: "Vale por una moto", y usted sabía que era mentira, que esa moto nunca llegaría. Pero si le dejan un papel que dice: "esta es tu moto en diferido", la cosa cambia, porque usted sabrá que esa moto llegará de verdad, aunque no sepa cuándo.

Antes de vivir en diferido, uno iba a preguntar cuándo podrían operarle ese tumor que no dejaba de crecer y recibía el consabido "vuelva usted mañana". Hoy ya no. Hoy le dicen: "Ya llamaremos", y usted sale de ahí feliz porque sabe que su tumor ya está operado en diferido. Da igual que el bicho siga ahí aferrado a su páncreas, cada día más grande, del tamaño de un balón de baloncesto. Usted sabe que el problema se ha solucionado en diferido y con eso basta.

Rivera verá el 155 y los de la CUP la DIU, pero con calma

Hay gente que no ha aprendido a vivir en diferido. Albert Rivera, por ejemplo, o los de la CUP. Quieren las cosas y las quieren ya. Tranquilícense. Todo en diferido. Rivera verá el 155 y los de la CUP la declaración de independencia, pero con calma. Todo a su tiempo. Si se fija usted, las minorías ruidosas, que es toda esa gente que se vuelve loca chillando y midiéndose las banderas, es la gente que todavía no se acostumbra a la placentera vida en diferido. Ya irán dándose cuenta. Son como Amish empeñados en arar con bueyes, ignorando que existen los tractores. Mientras tanto, la mayoría silenciosa vive estupendamente en sus mansiones en diferido porque sabe que todo se arreglará, como siempre, algún día, sin necesidad de hacer nada más que ganar tiempo.

Ése será el gran legado de Rajoy: la España tranquila y silenciosa que vive como él, en diferido, la que sabe que nada es realmente urgente ni importante, la que lo ve todo con indiferencia porque ha aprendido a vivir en diferido y sabe que sus sueños y sus esperanzas se han cumplido en diferido. Toda esa gente que tiene un buen trabajo en diferido, un sueldazo en diferido, un Ferrari en diferido y 25 años en diferido. Los otros, los impacientes, los nerviosos, seguirán viviendo en un infierno repleto de problemas y necesidades, siempre malhumorados, sufriendo ansiedad y depresión. Allá ellos si no quieren comprender el sentido de la vida y prefieren vivirla al día entre gritos, cánticos y manifestaciones.

Y eso es realmente lo que importa. Lo demás da igual. Si al final, lo único malo es que todos estamos muertos en diferido.

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