Opinión

La huella del recuerdo

Hay acciones cotidianas y habituales que realizamos con cierto mimetismo. No les damos importancia y no reparamos en el trasfondo mental que pueden llegar a tener y, por supuesto, significar en nuestro ánimo.

Me viene este pensamiento a la cabeza por algo que me sucedió uno de estos últimos días. Tenía un problema con el "manos libres" de mi coche y, después de muchos quebraderos de cabeza y diagnósticos varios, me dicen que puede ser por saturación de contactos. Es decir, que tengo tantos en el móvil que no dejo "respirar" a un aparato tan inteligente y le cuesta reiniciarse/actualizarse cada vez que se conecta el bluetooth. ¿Solución? Elimina contactos. La acción en sí no entrañaba excesiva complicación, pero se convirtió en un desgaste emocional que no imaginé en el momento de ponerme a ello .

Tenía muy clara la criba que iba a hacer, los archivos telefónicos que, desde hace tiempo, no me aportan ya nada. Los prescindibles nunca suponen un problema. El mal trago es cuando debes eliminar a aquellos que han sido parte importante de tu vida, que fueron voluntariamente imprescindibles y que, hasta que te ves en la situación de darle con el dedo al "borrar" del teléfono, no eres consciente de que ya no están. O, por lo menos, no he querido o no he tenido la valentía de enfrentarme a esa realidad.

Siempre mantengo que uno sigue vivo mientras le recuerdes pero, algo tan normal como eliminar un contacto, puede generarte una sacudida de emociones que creías aletargada . Al ir viendo uno a uno los nombres memorizados en el teléfono, sin haber pensado en ello, me di de bruces con un duelo que, posiblemente sin ser consciente, no había gestionado bien, un duelo de emociones pendiente.

Nombres como el de Carmen Ordóñez, Rocío Jurado, Concha García Campoy o Antonio Herrero seguían en mi agenda del móvil. Ni me acordaba que no los había eliminado con el paso de los años. También continuaban escritos nombres de amigos anónimos y de otros muchos conocidos. Difícil pasar página, pero necesario hacerlo. Sin embargo, sí hay alguien a quien no sé muy bien si no he querido o podido borrar. Paloma Gómez Borrero sigue estando muy en mi vida. Todavía se me empañan los ojos cuando me hablan de ella o la recuerdo, como ahora. Tenía cuatro o cinco teléfonos y dos o tres mails. Todos los conservo como si con ello pensase que, algún día, me puede responder.

Escribo esto en un momento emocional herido, que me lleva al lado de mi padre en un trance delicado. Cuando pienso que a todos os va a llegar la hora de ver que se van antes que nosotros, me doy cuenta que no estoy preparada para ello y que quisiera ser yo la primera. No sé si es egoísmo o debilidad, pero no imagino mi vida sin su presencia. Duele solo pensarlo. No quiero tener con ellos aun "la huella del recuerdo"... Y, por cierto, el exceso de contactos no era el problema del "manos libres", aunque igual deberé agradecerle la terapia emocional a la que me ha llevado.

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