Opinión

¿Solo diez años de crisis?

POR DECRETO. Con toda la solemnidad que merece el momento, hilando muy fino para que las fechas casen justo en la semana que se cumplen los diez años del contagio a un banco europeo, el BNP Paribas, de la falta de liquidez provocada por la crisis de las hipotecas "subprime". Todo bien envuelto para anunciar el final oficial de la crisis económica por parte de la Comisión Europea. Diez años y a correr. Ni un ápice de autocrítica, todo complacencia. Ni un adjetivo para calificar en qué condiciones llega la UE a esta efeméride tan forzada y prefabricada, que solo puede responder a un aliento más, no el último, para generar la confianza que tanta falta hace todavía entre inversores y consumidores. Por no hablar de la brecha entre países, entre norte y sur, más acusada que nunca.

Uno de los grandes historiadores de la Gran Depresión tras la crisis de 1929, el profesor Peter Temin, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, habla de "una gran anomalía en su contexto histórico" para acotar en el tiempo aquella etapa de la economía internacional, y prolonga hasta la Segunda Guerra Mundial sus efectos. "Resulta iluminador ver los treinta años posteriores a 1914 como un prolongado conflicto con una precaria tregua en el medio", explica.

Uno de los principales indicadores a los que recurre Temin para describir la virulencia de la crisis en aquellos años es la tasa de desempleo en la industria, que en Estados Unidos llegó, entre 1930 y 1938, al 26,1%. En Alemania, en ese período, rozó el 22%. Pues bien, para situarnos en estos diez años de crisis, nada mejor que empezar por los anclajes que maneja el profesor norteamericano. Es decir, por el desempleo. Resulta que, sin salir de Galicia, los últimos datos conocidos, de la EPA del segundo trimestre del año, sitúan el paro en el 16,1%. En total, 201.500 desempleados. A finales de 2008, diez años atrás, la tasa de paro en Galicia se situaba en el 8,6%, con una población desempleada de 113.600 trabajadores. Casi la mitad que hoy en día.

El empleo, que es de peor calidad, con rentas más bajas, y en el que sobresale la temporalidad, se ha convertido en irrefutable termómetro para calibrar una crisis que puede haber finalizado para la Unión Europea, pero cuya factura seguimos y seguiremos pagando. Son las consecuencias, sin duda, lo que quedará. Y una es un paro estructural que, en el caso español, se convierte en paradigma de un modelo. Portugal, sin ir más lejos, sitúa actualmente su tasa de paro en el 8,8%, la mitad que en Galicia y muy lejos que la media española.

¿Y en que sostiene Bruselas ese final de la crisis? Pues en un dato-refugio, que puede ser aplicable en los casos español y gallego, es cierto, pero que es muy cuestionable para la UE: el crecimiento del Producto Interior Bruto. La Unión Europea, de media, crece a un débil 1,9%, que fue el avance del PIB en 2016. Galicia y España se encuentran en tasas superiores al 3%. A ese ritmo, lo extraño, casi dramático, sería no crear empleo.

La mortalidad empresarial es quizá uno de los ejemplos más reveladores de lo mucho que se ha quedado en el camino, a pesar de que a lo largo de este año recuperemos el PIB que perdimos durante la crisis. Y, en el caso gallego, no queda otra que el desconsuelo al mirar a nuestro tejido productivo. Los diez años de crisis, y son datos del Foro Económico de Galicia, se han llevado por delante 3.000 industrias, unas 8.000 constructoras y promotoras, y cerca de 4.000 comercios. Solamente parte de los servicios ganan peso, algo que también resulta indicativo de la nueva configuración de nuestra economía, mucho más "terciarizada" en esta lenta salida de la crisis. Y eso, en gran medida, es sinónimo de empleo menos estable que, por ejemplo, en la industria.

¿Y los salarios? Pues el proceso de devaluación interna constante durante estos años tiene resultados que están a la vista. La factura, en este caso, se refleja en una pérdida constante de peso de la remuneración de los trabajadores sobre el PIB, descendiendo hasta el 44% en el caso gallego, tres puntos y medio por debajo de la media española y de la UE de los 28. ¿Seguimos con la economía real? Cómo puede Bruselas dar por finiquitada la crisis si todavía siguen quebrando bancos. En Italia, en España... El expolio del Popular es el ejemplo más reciente, de hace nada, y que precisamente sirvió para estrenar con muy mal tino un mecanismo de resolución europeo todavía en pañales. Lo cierto es que ese episodio dice mucho de lo que todavía nos separa del final de la crisis.

Que sí. Que diez años nada más. Suena a chiste. Solo hace falta dejar la moqueta de los despachos de Bruselas y salir a la calle para comprobarlo. Al menos, en España.

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