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El chico del fax

RECUERDO, COMO si fuera hoy, las cosquillas que se instalaron en mi estómago cuando le vi a parecer con el torso desnudo, la melena al viento y el arco con su flecha, a modo de bandolera , en el primer fotograma de El último mohicano. Antes me había sorprendido con su interpretación en Mi pie izquierdo. Su físico apabullante y una mirada azul hielo eran argumentos suficientes para incorporar a Daniel Day Lewis a la nómina de imprescindibles. Nunca imaginé, como cabe suponer, que a lo largo de los años iba a poder conocerle, entrevistarle y admirar su talento interpretativo.

Tuvo que llegar La edad de la inocencia para que pudiera entrevistarle por vez primera. Luego vinieron En el nombre del padre, Gangs of New York, Nine y, finalmente, Lincoln. Gracias a su interpretación del admirado presidente americano, Day Lewis vino a España con Steven Spielberg, el hombre que me hizo soñar de joven con ET y al que nunca imaginé poder entrevistar . Una asignatura pendiente que saldé al tenerles a ambos para Cada mañana sale el sol, el programa de radio de Melchor Miralles.

Las leyendas que han circulado sobre él son equiparables a las películas rodadas . Casi ninguna le deja en buen lugar. Antes de entrar en mi primera entrevista con él, en el elegante y emblemático hotel Dorchester de Londres, unos compañeros me advirtieron de su 'supuesto' mal carácter . Entré con cierta cautela por esa idea, añadida a su fama de distante e, incluso, de hombre áspero en el trato. Sin embargo, cuando le tuve delante, desplegó una sonrisa cálida, capaz de derretir "un témpano de hielo".

Se levantó al verme entrar, algo no siempre usual en estas estrellas de cine, y me impactó su altura y extrema delgadez. Recuerdo su mirada directa y fría que, sin pretensión premeditada alguna, intimidaba a su interlocutor al más puro estilo Hanníbal Leckter. Pensé que, a partir de ese momento, todo era cuestión de "tocarle la tecla apropiada" y dejarse llevar por la conversación. A la segunda o tercera pregunta descubrí a un hombre tranquilo, tímido y vulnerable. Bien es cierto que no era de los que hacían esfuerzos por caer simpático, pero la educación y las buenas formas, en ocasiones, son el mejor edulcorante para la tensión y los nervios .

Con su vida privada siempre se ha mostrado hermético e inflexible. Ni con el paso de los años consiguió "bajar la guardia" y hacer un guiño a la galería. Pareja, durante cuatro años, de la actriz francesa Isabelle Adjani, rompió su relación con ella por fax. El revuelo mediático que se organizó le hizo encerrarse aún más en su mundo. Concienzudo y metódico en la preparación de sus interpretaciones, no dudó en dejarlo todo para irse a Italia una temporada y ejercer de zapatero para "bordar" uno de sus personajes. Esa perfección le ha convertido en el único actor con tres Oscar, que adornan ya las estanterías de su casa de campo de Irlanda. Dicen que se van los buenos y, este mohicano con y sin rarezas, había conseguido rozar la excelencia.

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