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Poetas o novelistas, ¿quién manda?

LA PROSA avanza sin consideración, casi a ciegas, y a veces alcanza a la poesía con su peso, aplastándola. Muchos novelistas, sin embargo, ambicionaron antes ser poetas, y quizá reinar en el mundo de ese modo que solo un poeta puede. Pero apenas se aventuraron en sus primeras novelas o cuentos abandonaron ese sueño. Su prosa lo desarboló. Algunos admitieron el fracaso. "Aún escribo versos, pero siguen siendo igual de malos que los de mi primer libro, y los destruyo todos", afirmaba William Faulkner en 1955 durante una entrevista en Le Nouvelles Littéraires, cuando ya era un escritor famoso y premio Nobel. En cambio, era un joven de 22 años que se consideraba poeta cuando en agosto de 1919 The New Republic mostró su primer poema, con resonancias simbolistas. Y habría aún más versos antes de escribir su primer cuento y poco después sus grandes novelas. Corría 1924 cuando se dirigió por carta a la editorial Four Seas Company ofreciéndole un manuscrito con su poesía. Al editor le gustó, pero sólo podría publicarla si Faulkner "pagaba el coste de producción". Un año después, un amigo le prestó 400 dólares y y vio la luz El fauno de mármol. En 1933, cuando ya había adquirido enorme prestigio tras escribir La pagada de los soldados, Mientras agonizo o Luz en agosto, publicó La rama verde, su segundo poemario. Un año antes, sin embargo, ya afirmaba que era un "poeta fracasado", y en una carta a Harrison Smith, editor de Random House, confesaba que algunos de sus poemas eran "de segunda fila".

No menos severo que Faulkner con su poesía, lo fue Scott Fitzgerald con la suya. Tenía 20 años el día que afirmó que la poesía era "lo único que valía la pena". En plena adolescencia, internado en Newman School, había escrito su primero poema, titulado "Football", y en la primavera y el verano de 1916, ya en las aulas de Princeton, se pasó el tiempo componiendo sonetos, baladas y rondeles. "Tenía que publicar un poemario rompedor antes de que el mundo me tragara", se proponía por aquellas fechas. No lo logró. Ese libro solo fructificaría tras su muerte. El poeta fue engullido demasiado pronto por el narrador. En 1917, en plena fervor poética, escribió a su amigo Edmund Wilson: "Ayer mandé doce poemas a revistas. Si me los devuelven todos, abandonaré la poesía y me dedicaré a la prosa". Y así fue. Su debut llegó con A este lado del paraíso, una novela que le deparó un éxito inmediato, en la que el protagonista, un alter ego del autor, un día constata que "nunca llegaré a ser un poeta […]. Podré llegar a ser un intelectual pero nunca escribiré más que poesía mediocre".

Cuando la prosa de un autor ejerce una férrea dictadura, a menudo su poesía sobrevive en secreto

Cuando la prosa de un autor ejerce una férrea dictadura, a menudo su poesía sobrevive en secreto. Quizá esa oscuridad le baste. Así supimos tardíamente que también Marcel Proust había escrito medio centenar de poemas. Descontados aquellos que trascendieron en gacetas juveniles, en vida solo publicó ocho de ellos, incluidos en su primer libro. Antes de que cambiase la historia de la literatura escribiendo En busca del tiempo perdido, el autor francés llegó a la literatura a través del semanario Le Mensuel, donde publicaba bajo seudónimo. La primera vez que insinuó su autoría firmó M.P. bajo un poema titulado "Amantes, felices amantes". Tenía 20 años, y según Jerô- me Prieur, estudioso de su obra, aquel día se demostró que "lo suyo no era la poesía".

Los sueños de juventud condujeron también a Raymond Chandler a la poesía. Antes de erigirse con sus novelas en "principal exponente de la escuela del hombre duro", como subrayó su biógrafo Frank McShane, publicó en prensa veintisiete poemas, entre 1908 y 1912. Escritos con un romanticismo que empezaba a estar anticuado, eran "empalagosos y dulzones, convencionales en el peor sentido", según McShane. El primero que publicó, según el propio autor, "lo escribí a los 19 años, un domingo, en el cuarto de baño. Soy afortunado al no poseer una copia", reconoció. Después de esos poemas estuvo viente años sin publicar. Cuando retomó la escritura ya estaba preparado para ser un novelista de éxito.

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