Blog | Permanezcan borrachos

El agosto de los Carver

TODO VA TAN bien que la vida se estropea a veces durante un verano maravilloso. Es lo que le ocurrió a Raymond Carver, protagonista de uno de los veranos más hermosos y horribles que puedan contarse. Su primera esposa, Maryann Burk Carver, publicó hace diez años unas bellísimas páginas, que casi se confundían con la escritura de su marido, sobre agosto de 1972, cuando se creían los seres más afortunados de la tierra, y todo se volvió aterrador. Dos años antes "éramos una joven familia con futuro". En abril de 1970, él había recibido una subvención del Fondo Nacional para las Artes, y su carrera dado un salto definitivo.

En primavera publicó Insomnio de invierno, su segundo libro de poesía, y en verano escribió Vecinos y Nadie decía nada, dos de sus relatos más célebres. Al año siguiente, aceptó un trabajo de profesor de narrativa en la Universidad de California, en Santa Cruz. Gordon Lish publicaría Vecinos en Esquire, donde era editor de narrativa. En 1972 recibió una beca, y empezó a dar clases en Stanford, y cuando nada podía ir mejor, Berkeley le ofreció plaza de profesor invitado, que ocuparía al pasar el verano. A esas alturas, había terminado su primer libro de relatos, que no vería la luz hasta 1976, con el título de ¿Quiere hacer el favor de callarte, por favor?

Pero entremedias llegó agosto. "Todos los días bebíamos algo", contaba su mujer. No pensaban que eso fuese un problema. Atrapados en el éxito, se compraron una casa azul, con jardín, en Cupertino, cerca de San Francisco. Raymond había sido declarado recientemente mejor escritor de California, y Maryann daba clases en el distrito más rico del Estado. Para entonces, él llevaba cuatro meses sin escribir, y seguiría así durante dos años, aunque en aquel momento era imposible saberlo. "La familia estaba resbalando" mientras creía tocar el cielo.

Atrapado en una crisis de escritor, Carver cargó la ranchera y se fue a pescar a Montana, en busca de libertad. Su mujer tuvo la premonición de que moriría. De hecho, viajaba a 120 por hora de noche por el desierto de Nevada, cuando de pronto oyó "el choque cegador de un meteorito en algún lugar próximo. Casi simultáneamente reventó un neumático". El día que regresó, Maryann le preguntó si había visto a algunas mujeres en el viaje. "Solo a una", contestó. Ella le pidió que no la viese nunca más. "Lo siento, pero me temo que no puedo prometértelo". De pronto, todo se desmoronaba. Durante lo que quedaba de agosto hablaron, y mientras hablaban bebían, de la forma en que podrían superar la situación. Una noche, cuando Ray se durmió, ella registró su cartera, y encontró un papel con el nombre y la dirección de su amante, junto con los teléfonos de casa y el trabajo, y lo rompió en pedazos. "Ya está. nunca existió, se acabó", se dijo.

El último domingo de agosto fueron a un bar. Allí había un muchacho rubio que sonreía a Maryann todo el tiempo. Carver se puso furioso y abandonaron el local. En el aparcamiento, la esposa abrió la puerta de la ranchera y subió al siento del pasajero. Pero en ese momento Ray la agarró y la sacó cel vehículo. "Me caí y él empezó a golpearme la cabeza contra el suelo. Le rogué que parara. ¡Por favor, Ray! Tres o cuatro golpes fuertes y luego me dejó en paz. Me arrastró al interior del coche y arrancó hacia casa". Al llegar, Maryam se bajó y salió corriendo hacia la casa de sus vecinos. Telefonearon a la policía. Esta apareció al poco y llamó a la puerta del matrimonio. Abrió Carver, que estaba con los niños, y los invitó a pasar. Después fueron a buscar a Maryann, que sangraba y lloraba, y sólo quería marcharse de Cupertino con sus hijos. Carver le daba un miedo mortal. Pero los policías le dijeron que ellos se retiraban. "Esto es un problema doméstico y no tenemos nada que hacer aquí". Muerta de miedo, Maryann regresó a casa y se encerró en el baño. Al día siguiente escuchó como Ray hablaba con teléfono con alguien y le decía que su mujer se había intentado suicidar. "Tardé unos cuantos días, pero le perdoné". Pasó agosto. Todo estaba empezando, y a la vez acabando.

Comentarios